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Benedicto XVI: la luz y las sombras || Beatriz Gimeno


Me dicen mis amigas que olvide a Benedicto, que llevo días dando la lata en twitter y que no hay quien entienda esa obsesión. A mí me importa la religión, que es en parte lo que estudié en la universidad y siempre me ha parecido que la izquierda no se acerca bien a lo que es, como dijo Marx, "al mismo tiempo la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real". Las críticas a la religión en bruto que a veces se hacen desde algunos sectores de la izquierda son tan desacertadas como la convalidación acrítica de cualquier forma de religiosidad. El mismo Marx (y muchos otros revolucionarios antes que él) no dejó de apreciar las posibilidades de resistencia y de lucha que la religión podía ofrecer a los oprimidos y circunscribía sus críticas a las formas religiosas históricas y sociales concretas. Rosa Luxemburgo, por su parte, puso de relieve el espíritu cercano al socialismo del cristianismo primitivo. Y así podríamos hablar de las ramas progresistas de la teología cristiana extraordinariamente desarrolladas a raíz de las puertas abiertas del Concilio Vaticano II. Formas todas ellas a las que el recién fallecido Benedicto XVI no dio tregua, aunque él mismo entrara en dicho Concilio como supuestamente progresista, para salir como profundamente reaccionario.

Me escandaliza el lavado que todos los medios están haciendo de su figura histórica. La construcción mediática que se ofrece a la mayoría de la gente, que no tiene ni idea de quien fue el Papa Ratzinger, puede ser asimilable a la manera en que la mayoría de los medios nos han explicado que Lula fue "condenado" por corrupción, aunque ahora sea presidente. En definitiva, todo ello forma parte de lo mismo, de ese engranaje de poder en el que, a veces de manera más o menos burda, como en el caso de Lula, y a veces de manera más sibilina, como con Benedicto, las acciones, el pensamiento o las obras de las personas de derechas resulten convalidadas mientras que al contrario, la vida de alguien como Lula se nos presenta manchada por la sospecha. Se pretende crear un ecosistema de pensamiento en el que al poder le sea más fácil ganar siempre las elecciones.

El País se descolgaba el lunes con esta frase: "El Papa emérito no se escondió ante el escándalo de los abusos sexuales en el clero y evitó tentaciones ideológicas fáciles al afrontar el papel de la mujer en la Iglesia". Lo cierto es que el Papa emérito se escondió todo lo que pudo ante la pederastia y se mostró completamente contrario a modificar un ápice el papel de la mujer en la Iglesia. El Papa Benedicto, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición) fue uno de los ideólogos principales del Papa Wojtyla, uno de los Papas más políticamente siniestros que ha tenido la Iglesia y que la historia ha sufrido, y en su puesto jamás cuestiono la política de amplia tolerancia a la pederastia del Papa polaco. Cuando le sucedió, cierto es que tuvo que enfrentarse a un escándalo que sobrepasaba ya lo soportable para la sociedad y que no pudo continuar con la actitud de complacencia con la pederastia de Wojtyla pero, por si quedaba duda de su fidelidad, le hizo santo.

No se tiene rebozo en decir que inició el cambio en la iglesia porque endureció sanciones, se reunió con víctimas y ceso a Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, el gran pederasta y corrupto amigo de Wojtyla, así como también a Theodor McCarrik, el arzobispo de Washington, con decenas de abusos también a sus espaldas. Sí hizo eso y fue severísimo con los máximos culpables: les castigo a llevar una vida de oración y penitencia. Sin embargo, él mismo fue perseguido por diversos escándalos de pederastia y, al final de su vida, acosado por una investigación de la archidiócesis de Múnich y Frisinga, tuvo que admitir que conoció de abusos sexuales cometidos por sacerdotes mientras fue arzobispo en Munich y que su actitud fue de encubrimiento de los culpables. Varios informes diferentes demuestran que conoció casos y que encubrió a los culpables y que mintió. El reconocimiento que hizo de la existencia de la pederastia en la iglesia, casi tan antigua como la propia institución, lo hizo a regañadientes y culpando de la misma a Mayo del 68 y al clima de libertad sexual de la época. No fueron los curas, no, fue la libertad sexual.

Eso sí, fue un intelectual y un hombre culto y algunos comentaristas de estos días nos quieren presentar a un intelectual brillantísimo que dejará huella con sus escritos. Fue un hombre culto y brillante en sus discusiones teológicas pero no dejará huella quien no fue en su obra ni original ni innovador, sino involucionista, dogmático e inflexible defensor de los dogmas tradicionales.

Con todo, lo que ha dejado una mayor huella en el mundo actual fue su lucha contra la teología de la liberación, contra la iglesia de los pobres, que a mediados del siglo pasado se constituyó en esperanza para millones de seres humanos. Purgó y expulsó a mas de 100 intelectuales, sacerdotes, teólogos y profesores que se atrevieran a cuestionar algunos dogmas de la iglesia (como la virginidad de María) o a decir que la promesa en el paraíso no era bastante para los pobres, que necesitaban justicia aquí y ahora. Calificó a esta corriente teológica como "grave desviación de la fe cristiana" e inició una lucha contra quienes desde dentro de la iglesia defendían esta opción. Los expulsó de sus parroquias y de sus cátedras, les prohibió publicar artículos o enseñar en las universidades de influencia católica. Hay que decir que cuando la Iglesia que defendía la opción de los pobres fue erradicada de Latinoamérica, con el apoyo de las dictaduras asesinas que entonces poblaron el continente, su lugar fue ocupado por las iglesias evangélicas, cercanas a los pobres en apariencia y férreamente controladas por el poder económico en la realidad. La presencia de las iglesias evangélicas y su inmenso poder económico y social en Latinoamérica, así como su ideología profundamente reaccionaria (no todas ellas) es hoy uno de los mayores desafíos al que se tiene que enfrentar cualquier izquierda con voluntad de transformación.

En fin, excepto algunos artículos, todo esto nos ha sido hurtado y todos los medios progresistas se han dado a la labor de presentar a Benedicto como un papa de mucha luz y algunas sombras. La realidad es que su vida ha estado llena de muchas sombras y muy poca luz.

Beatriz Gimeno es diputada por Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid.

* Crònica agradece a la autora que comparta sus opiniones con nuestros lectores desde nuestros orígenes

Benedicto XVI- De Sergey Kozhukhov C.C.



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