A principios de mayo recibí una invitación de la presidencia de la comisión para la Reconstrucción Social y Económica de las Cortes españolas para expresar mi opinión, como experto en políticas públicas y sociales, sobre cómo salir de la enorme crisis económica y social que existe en España como resultado de la expansión de la pandemia. Dicha invitación me llegó estando yo en Baltimore, EEUU, donde suelo dar un curso cada año en la Johns Hopkins University durante la primavera. Pero nunca pensé que una pandemia se propagaría rápidamente en España y pronto también en EEUU. Los vuelos transatlánticos se paralizaron y se impusieron cuarentenas a ambos lados del Atlántico Norte para los viajeros. Ante esta inesperada coyuntura, solicité que se me permitiera hacer la presentación por videoconferencia o, en caso contrario, que pudiera enviar mi testimonio por escrito y/o por vídeo, lo cual se me permitió (adjunto mi presentación oral y la presentación escrita de mi discurso). No se me permitió, sin embargo, que pudiera estar presente vía online y pudiera responder a las preguntas u observaciones de los diputados que asistían a mi presentación. Esto último me extrañó, pues durante mi larga carrera profesional he hecho -como experto- muchas presentaciones por videoconferencia en muchos parlamentos de muchos países, las cuales incluían la posibilidad de intercambiar opiniones o expandir mi presentación con los parlamentarios. Lamento que el parlamento español tuviera esta limitación al no poder estar presente físicamente en la sala.
El vídeo funcionó bien, y se pudo entender bien. Pero lo que siguió fue una experiencia nueva y excepcional, inesperada para mí, y que nunca antes había experimentado. Me sorprendió por la agresividad y hostilidad hacia mi presentación, manifestada por el diputado José María Figaredo Álvarez-Sala, del grupo parlamentario de Vox, que afirmó que mi presentación era "absolutamente surrealista", "una absoluta falacia", promoviendo "tesis comunistas", con una "tesis absolutamente falsa", entre una larga retahíla de insultos. Y por si esas descalificaciones no bastaran, la normativa de la cámara no permitía que yo pudiera contestarlas. Es más, tal diputado incluso intentó que mi presentación no constara en el acta de la comisión. ¡Fue toda una experiencia! He asesorado a muchísimos gobiernos y parlamentos a lo largo de mi vida profesional, y nunca había visto una respuesta semejante.
Francamente, me dolió, pues, después de todo, se trataba del parlamento de mi país, parlamento que, a pesar de sus limitaciones y deficiencias, debería ser reflejo de un sistema democrático por el cual mi familia y yo luchamos muchísimo, durante la dictadura, para hacerlo posible, sufriendo una dura represión que marcó nuestras vidas. Para mí era un momento emotivamente importante: me encontraba virtualmente en este parlamento (lo cual tenía un especial significado), por el cual tantos españoles habíamos luchado tanto, pero, a la vez, estaba siendo insultado, en el mismo parlamento, por un personaje de un partido de ultraderecha cuya ideología me recordaba a algunos elementos esenciales de la ideología de aquel régimen dictatorial. De todos los insultos hubo uno que no me tomé como tal, pues era y es un honor para mí haber participado, en los años de la dictadura, en la resistencia antifranquista, liderada por el Partido Comunista. E insultó además a mi familia, cuyos miembros aglutinaban muchas sensibilidades de izquierdas, incluyendo comunistas, personas que se distinguieron por su sacrificio en defensa de la democracia y por el establecimiento de un parlamento en el que un personaje como tal individuo pudiera incluso insultarnos.
Respuesta a las supuestas falsedades
Paso ahora a rebatir sus argumentos. Y es una lástima que utilizara ese tono agresivo, pues podría haberse establecido un debate (cosa que no me fue permitida) para proveer información que hubiera permitido profundizar en el tema. En mi presentación indiqué que muchos de los datos que presenté procedían de un estudio realizado por el JHU-UPF Public Policy Center, patrocinado por la Universitat Pompeu Fabra y la Johns Hopkins University, que analizaba la respuesta gubernamental a la pandemia por parte de los países a los dos lados del Atlántico Norte. Y en tal estudio vimos que los Estados que han podido responder mejor a la problemática sanitaria creada por la pandemia han sido aquellos que tienen un mayor desarrollo de su Estado del Bienestar, y muy en particular de sus servicios sanitarios y sociales, un desarrollo medido, entre otros indicadores, por el nivel de gasto y de gestión pública. De ahí que los países escandinavos hayan tenido una mortalidad por coronavirus menor que la de los países que, como España e Italia, tienen unos Estados del Bienestar poco financiados, caracterizados por una presencia muy amplia de los servicios privados en detrimento de los públicos. Puesto que las políticas de austeridad de gasto público, aplicadas mediante los recortes, fueron llevadas a cabo primordialmente por los gobiernos de partidos derechas, ahora representantes de tales espacios políticos han puesto el grito en el cielo, intentando mostrar que el bajo gasto público no ha sido la causa de la enorme mortalidad, pues, como indicó el diputado de Vox, otros países como Taiwán y Corea del Sur tienen un gasto público incluso menor y, aun así, han tenido una menor mortalidad por coronavirus.
Pero el hecho de que algunos países asiáticos hayan tenido éxito a pesar de tener un gasto público menor, no implica que en España e Italia la escasez de recursos no haya sido una causa muy importante de su incapacidad para responder frente a la pandemia. En estos y otros países asiáticos hay otros factores existentes, como por ejemplo, la experiencia adquirida por su frecuente exposición a las epidemias o el uso generalizado de medidas protectoras como las mascarillas contra enfermedades víricas como la gripe, que han mitigado el daño causado por la escasez de recursos en la sanidad pública. De ahí que en nuestro estudio nos centráramos en países de semejante nivel de desarrollo y de una cultura parecida, como los son los de Europa Occidental y América del Norte. Es importante que en estudios internacionales de esta naturaleza nos centremos en las características de cada país para entender la evolución de la pandemia. Y es ahí donde encontramos evidencia de que el desbordamiento e incapacidad mostrados por el sistema sanitario español frente a la pandemia estuvo relacionado con el hecho de que los recursos que tenía tal sistema no eran suficientes, siendo ello una de las mayores causas de la elevada mortalidad debida al coronavirus. Varios indicadores señalan la veracidad de esta hipótesis. Uno es el elevadísimo porcentaje de personal sanitario infectado (debido, en gran parte, a la falta de materia protector), de los más altos en los países a ambos lados del Atlántico Norte, situación que ocurrió también en los servicios de atención a las personas con dependencia, como las residencias de ancianos, donde el personal careció de tales materiales protectores (añadiéndose, en este último caso, unas condiciones laborales precarias). Tal déficit de recursos y de personal, así como de material como ventiladores, forzó a adoptar "protocolos de triaje salvajes" que claramente discriminaron a las personas mayores, siendo su elevada mortalidad (sobre todo, en las residencias privadas de ancianos) una consecuencia de tal escasez.
Todos estos datos son ignorados por los responsables de los "recortes del gasto público", que se realizaron para reducir el déficit público (e indirectamente para facilitar el aumento de los servicios privados), centrándose, en cambio, en criticar las políticas desarrolladas por el nuevo gobierno de coalición (PSOE-UP), denunciándolos (con una enorme hostilidad característica de las derechas extremas y de las extremas derechas) como responsables de tan elevada mortalidad, como consecuencia de un retraso en tomar medidas más contundentes. Este argumento ignora que otros países europeos respondieron más tarde que España y, en cambio, al disponer de más recursos, pudieron atajar mejor la pandemia.
Las fuerzas conservadoras responsables de los recortes y de la excesiva privatización de los servicios públicos son ahora responsables de obstaculizar la respuesta a la pandemia
Otro ejemplo de mi supuesta falta de credibilidad fue que el diputado de Vox negó que España fuera uno de los países con más gasto sanitario privado. Miren los datos de la OCDE y verán que así es si nos comparamos con los países de tal comunidad de naciones. España es, junto con Portugal, el que tiene un gasto privado mayor (España 1.015 dólares per cápita, y Portugal 1.191 dólares per cápita). Estados Unidos, al otro lado del Atlántico, tiene un gasto privado mayor (1.628 dólares per cápita), pero en la mayoría de los países de la UE-15 dicho gasto es menor al español: Reino Unido (953 dólares per cápita), Grecia (931 dólares per cápita) o Francia (843 dólares per cápita) son ejemplos de lo que digo. Estos datos son calculados, como debe hacerse en todos los estudios de políticas públicas comparadas, con dólares estandarizados, es decir, que su valor ha sido adaptado al nivel de vida de cada país para homologar el valor de su capacidad adquisitiva.
Pero en los estudios que hemos realizado, otro factor que en el caso de Italia y España (y también hoy de EEUU) ha contribuido a la elevada mortalidad es la gran descentralización de sus servicios nacionales de salud, que ha hecho difícil una respuesta a nivel de todo el país. Prueba de ello es que cuando las comunidades autónomas en España han recobrado su capacidad de gestión, la mortalidad elevada ha reaparecido. España tiene diecisiete servicios de salud (tantos como comunidades autónomas), todos ellos subfinanciados y con una gran variedad de capacidades y competencias. Y en el caso de EEUU, la falta de liderazgo de la administración Trump ha sido otra de las principales causas de su elevadísima mortalidad. El factor político juega, pues, en todos estos países, un papel clave. La politización de la pandemia, evitando que el gobierno central deba o pueda liderar la respuesta a ella en una situación tan excepcional, tal y como ha ocurrido en EEUU (donde el presidente Trump no ha liderado una respuesta federal a la pandemia) y en España (donde las derechas no han querido -por fines partidistas- que se diera una respuesta centralizada), ha dificultado la resolución del problema. La agresividad de las derechas en España frente a esta respuesta generalizada acorde con las evidencias científicas es un indicador de ello.
En una situación en la que la pandemia ha adquirido una dimensión tan globalizada es un gran error creerse que pueda resolverse solo a nivel autonómico o municipal. Ni que decir tiene que los gobiernos autonómicos y municipales deben tener un gran protagonismo en las decisiones y la gestión de las medidas necesarias para responder a la pandemia. Pero en las áreas de salud pública, sanidad y servicios sociales, es fundamental que, en países de gran movilidad interna e internacional, se desarrollen políticas para todo el territorio, con la autoridad para implementarlas fruto de un consenso entre las fuerzas políticas, guiadas en este caso por el asesoramiento científico. La falta de colaboración de las derechas en España está afectando negativamente a la resolución de un gravísimo problema sanitario, salubrista y social. Su hostilidad, claramente expuesta por el personaje de Vox frente a mi presentación, es un indicador más de ello.
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra y Director del JHU-UPF Public Policy Center
Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España).
Ha sido también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 48 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Socialespatrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.
Es uno de los investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional en ciencias sociales
* Crónica agradece al autor poder compartir sus opiniones entre nuestros lectores.
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