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Opiniones de un economista sobre la crisis del coronavirus de Roberto Serrano

Estoy respondiendo con este artículo a ciertas opiniones expresadas por algunos políticos y periodistas sobre cuándo reabrir la economía en medio de la crisis actual. Algunos de ellos parecen sugerir un conflicto o desacuerdo fundamental entre economía y ciencias médicas. Está claro que la pandemia actual ha provocado una crisis de salud pública que muy pocos anticiparon. Ciertamente, las sociedades y sus líderes no la vieron venir, lo que ha contribuido a los bajos niveles de preparación a nivel mundial. También es cierto que su consecuencias sociales y económicas, que recién ahora comienzan a manifestarse, serán muy graves y duraderas. No creo que sea una exageración decir que la crisis del coronavirus se comparará en su gravedad con la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. Por lo tanto, ambas dimensiones (la sanitaria y la económica) de la crisis de la COVID19 son graves y exigen toda nuestra atención.

Parece existir una tensión entre los objetivos que las sociedades deberían tener para poder atenuar las consecuencias de salud pública y la crisis socioeconómica. Por un lado, las comunidades médicas están trabajando en las difíciles tareas de minimizar la cantidad de muertes, la cantidad de personas infectadas, la cantidad de pacientes ingresados en UCI, todo mientras se presta atención a aquellos que enferman y sufren los múltiples efectos adversos en salud que crea el virus en muchos pacientes. Al mismo tiempo, ellos también tienen que lidiar con una externalidad importante: asignar sus recursos limitados para continuar tratando otras enfermedades, porque, de hecho, no es el caso que todas las demás enfermedades hayan desaparecido repentinamente. Por otro lado, a los consumidores, trabajadores y empresas les gustaría minimizar el dolor económico y financiero asociado al cierre de tiendas, empresas, restaurantes, hoteles, etc., y poner en marcha cuanto antes la maquinaria de la economía para seguir creando la riqueza que se convierte en salarios para los trabajadores y beneficios para las empresas.

Pero la dificultad radica en que estas dos crisis no se pueden resolver de forma independiente, es decir, uno no puede resolver un lado e ignorar las restricciones impuestas por el otro lado del problema. En ausencia de una vacuna, que es poco probable que aparezca en los próximos meses, la herramienta más eficaz para controlar la propagación del virus es limitar la movilidad de la población y sus interacciones sociales. Son medidas duras que cambian nuestras pautas de consumo y otras interacciones sociales. Sin embargo, debemos aceptar que estas restricciones no deben desaparecer, al menos hasta que un tratamiento eficaz y/o una vacuna estén ampliamente disponibles. Dichas medidas son necesarias para evitar abrumar nuestro sistema de salud y de atención médica con un gran número de pacientes que enferman al mismo tiempo. Ningún sistema de salud en el mundo está diseñado para funcionar bien bajo estas presiones extremas.

Sin embargo, cerrar la economía por completo no puede ser una solución permanente ni prolongada. Las cicatrices que un bloqueo indefinido o excesivamente largo puede causar en la economía y la sociedad son muy profundas y demasiado dolorosas. No obstante, esto no debe llevar a reabrir la economía demasiado pronto o demasiado rápido negando la gravedad de la pandemia, como se ha hecho repetidamente en algunos medios y en las redes sociales manipulando y haciendo mal uso de los datos. La pandemia de coronavirus es extremadamente grave y debe reconocerse como tal. En muchas partes del mundo tan dispares como China, Italia, España o la ciudad de Nueva York, la realidad social ha sido completamente trastornada por la pandemia. Dados los datos sobre el exceso de muertes de este año en todo el mundo, negar la gravedad de la pandemia es un acto de locura o una gran muestra de irresponsabilidad.

El momento y el alcance de la reapertura, que debería estar en la agenda de los Gobiernos, ha de decidirse después de evaluar cuidadosamente una serie de alternativas. Desde el punto de vista de la economía, varios factores tienen que estar en la ecuación, entre ellos, como mínimo, los siguientes:

Ante todo, una economía consiste en personas, seres humanos, cuyo bienestar debería importar. Por lo tanto, para empezar, debe hacerse una evaluación cuidadosa del valor económico de las vidas humanas perdidas si la reapertura sucede en diferentes puntos en el tiempo. Este coste a menudo se ignora y no debería ser así, porque, además del dolor significativo causado por la muerte de familiares y seres queridos, la economía también está perdiendo gente, que son el factor de producción más importante.

En segundo lugar, también debe hacerse una evaluación del impacto de la reapertura en la atención médica, cuantificando los costes de tratamiento de los nuevos pacientes afectados por COVID-19 y, por supuesto, los de otras enfermedades crónicas.

Tercero, hay que realizar un análisis empírico coste-beneficio detallado de las pérdidas económicas causadas por cada período adicional de bloqueo.

En cuarto lugar, deben considerarse cuidadosamente las políticas de prueba óptimas en afectados y generadores de anticuerpos, después de tomar en cuenta indicadores de redes y teorías de información, mediante el uso de buenos datos para rastrear los contactos de las personas. Datos de teléfonos celulares provistos voluntariamente son la base de una opción conveniente para el rastreo preciso de contactos y ya están siendo utilizados en algunos países, por algunos gobiernos estatales.

En quinto lugar, hay que ser conscientes de que el sector privado no podrá sobrevivir solo a esta crisis. Cuando la actividad económica se paraliza, las políticas macroeconómicas son cruciales. Se requieren paquetes de estímulo fiscal, en forma de subsidios para empleados y desempleados, medidas de rescate para pequeñas empresas que podrían verse impedidas de acceder al sector financiero y la creación de grandes programas de inversión pública, modelados como el New Deal en la década de 1930. Los años inmediatamente posteriores a las restricciones sociales de la pandemia son el momento adecuado para emprender estas inversiones públicas, que podrían utilizarse para mejorar muchas infraestructuras básicas en atención de salud, comunicaciones y transporte, por dar solo algunos ejemplos. Un programa fiscal tan fuertemente expansivo tendrá que ser financiado por un aumento de impuestos sobre los segmentos de población con mayor capacidad económica.

Finalmente, esta crisis es un ejemplo fundamental de que la mayoría de los problemas apremiantes a los que nos enfrentamos son de naturaleza global: una nueva pandemia, o el cambio climático, o los problemas causados por las desigualdades son cuestiones que no deben abordarse independientemente por cada país. El mundo debería fortalecer sus instituciones internacionales, como las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio y la Organización Mundial de la Salud. Los problemas globales solo se resolverán con la cooperación entre todos los países. Los economistas debemos hacer un esfuerzo serio en el diseño de dicho marco de instituciones, con el objetivo de alcanzar un desarrollo sostenible.

Habrá desacuerdos entre nosotros porque la ciencia económica no tiene todas las respuestas a los problemas anteriores. Sin embargo, la metodología de la economía, basada en el enfoque científico, no se debe confrontar con los métodos utilizados por las ciencias médicas y biológicas. Desafortunadamente, en estos días de dominio por las redes sociales y abundancia de noticias falsas, demasiadas recomendaciones prescriptivas inexactas, análisis de datos incorrectos y canalización de la infelicidad de la gente por parte de políticos populistas han llevado a algunos a construir una división artificial entre economía y epidemiología. No es sorprendente que medios de comunicación y políticos que atacan a la ciencia y la academia a menudo son igualmente despectivos de la utilidad de la Economía a la hora de adoptar decisiones políticas. Deberíamos advertir activamente al público sobre los altos riesgos de seguir tales fuentes de información errónea y de manipulación ideológica. Al final, nosotros economistas, expertos en administración/negocios, médicos y enfermeras, epidemiólogos, periodistas y políticos responsables, y, en definitiva, todo el resto de la sociedad, estamos en el mismo barco y deberíamos remar en la misma dirección. Este no es tiempo para la división; cada uno de nosotros debería usar las herramientas que conocemos con el fin de sacar a la Humanidad de la grave crisis actual.

Roberto Serrano
Harrison S. Kravis University Professor of Economics, Brown University

Fuente Creative Commons, publicado en nadaesgratis 
Publicat per Àgora CT. Col·lectiu Cultural sense ànim de lucre per a promoure idees progressistes Pots deixar un comentari: Manifestant la teua opinió, sense censura, però cuida la forma en què tractes a les persones. Procura evitar el nom anònim perque no facilita el debat, ni la comunicació. Escriure el comentari vol dir aceptar les normes. Gràcies

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