Sarah Jaffe lleva una década cubriendo los movimientos sociales de Estados Unidos. Desde la elección de Trump, ha seguido de cerca el surgimiento de nuevos grupos de protesta y resistencia antes de su investidura. La periodista, habitual de las páginas de The Nation o Dissent, donde presenta el podcast 'Belabored', ve con entusiasmo el resurgir de la movilización social en EEUU. Así lo detalló en su libro Necessary Trouble, y en sus recientes trabajos para la revista Rolling Stone, The New York Times o LA Times. Jaffe realiza esta entrevista para CTXT para trazar una topografía del panorama de agitación social que va a recibir al presidente Trump, así como los retos y contradicciones con los que se enfrentan los movimientos de nuevo cuño, y su relación con los que llevan años en el panorama político estadounidense.
Hace dos meses que Trump fue elegido y faltan escasas horas para su investidura. Usted ha seguido muy de cerca la movilización social tras su elección. ¿Puede describir el panorama en las calles desde el 8 de noviembre?
Ha habido mucha acción. En parte, ha venido de grupos que ya existían y estaban movilizados, y en parte de gente que no había participado en nada parecido, y que se está activando por primera vez. Mi pancarta favorita la llevaba un chico el día después de las elecciones. Ponía: 'No soy muy de pancartas, pero ¡Caray!'. Retrata perfectamente a un montón de gente de todo el país que no se considera a sí misma activista ni nada parecido y sin embargo está preparándose para viajar en autobús a Washington y hacer acto de presencia en la Marcha de las Mujeres este sábado en Washington.
Y luego, por supuesto, ha habido una gran movilización sostenida por parte de grupos que ya estaban bastante organizados. Me refiero a grupos de defensa de los derechos de los inmigrantes, que han organizado marchas de visibilidad, además de reuniones comunitarias en las que tratan de ver cómo proteger a sus miembros y sus barrios.
¿Cómo se están coordinando estas movilizaciones de nuevo cuño con las que usted lleva años cubriendo? ¿Se ha producido una alianza entre los movimientos nuevos y los que ya existían?
Incluso antes de estas elecciones ya observábamos contactos entre movimientos diversos. En mi libro hablo de un día en el que coincidieron varias marchas de diferentes movimientos en Washington, y de la intersección entre el movimiento Fight for Fifteen, que aboga por la subida del salario mínimo, y Black Lives Matter, por ejemplo. Ya existió una migración de Occupy Wall Street a esos movimientos. Todo eso sigue en marcha. Ahora el reto es conectar a la gente que nunca se había movilizado con otra que les ayude a organizarse, bien sea a través de las marchas, los grupos de acción comunitaria u organizaciones nacionales. Hay grupos, como el Working Families Party, que han convocado reuniones vecinales a las que se han presentado miles de personas, con apenas dos días de aviso previo.
Al hilo de los realineamientos y nuevas coaliciones que se están construyendo, ¿qué espera que suceda el sábado, con la convocatoria de la marcha de las mujeres contra Trump, al día siguiente de su investidura?
La marcha va a ser enorme. Algunas estimaciones hablan de cientos de miles de personas. Hay 1.800 autobuses fletados, que van a recorrer el país para estar ahí, han pedido permisos, etc. Va a ser algo inusitado, una demostración de fuerza ante un presidente en su primer día en el cargo. Lo interesante será ver si sale más gente a protestar contra Trump que a celebrar su investidura.
Unos días antes de las elecciones Arun Gupta, que también cubre movimientos sociales, predecía que si Trump ganaba las elecciones dichos movimientos, que tenían cierto espacio para respirar, se verían muy mermados, o incluso hundidos, por el grado de represión que les obligaría a estar a la defensiva. Lo que usted describe es casi el proceso contrario. ¿Está creciendo la movilización social?
Además, gran parte de estas protestas son locales. Los movimientos son de base local, aunque tengan objetivos o demandas nacionales. Ciertamente, bajo el mandato de Trump, habrá muchas batallas nacionales, pero la manera en que se implementan las leyes nacionales es profundamente local. La policía es local, las cárceles son locales, la aplicación de leyes migratorias es local. Como me dijo mi amigo Kali Akuno, del grupo Cooperation Jackson, en Mississippi: 'Mucha gente ya está viviendo en la América de Trump. Ya saben a qué atenerse'. Veremos cómo reacciona la policía a la oleada de protestas, porque en muchas ciudades de mayoría demócrata, como Nueva York, Chicago o San Francisco, que llevan un tiempo incubando movimientos sociales, los alcaldes querrán presentarse como héroes ahora. Se dan cuenta de que su popularidad en el Partido Demócrata solo puede mejorar si se enfrentan a Trump. No tenemos a un fascista de botas negras todavía, y hay un miedo lógico a que lo terminemos teniendo, pero también un sentir de: 'Hay que hacer algo, y tenemos que hacerlo ahora'. Eso me da esperanzas. No quiero hacer predicciones, porque una siempre queda mal si las hace, pero observo mucha energía que no había sentido en décadas, con movimientos grandes y sostenidos de protesta, que están conectados entre sí.
Dado que el equilibrio de poder a nivel institucional está tan en contra de todo lo que defienden esas movilizaciones, ¿de dónde viene esa esperanza? Usted ha defendido que las movilizaciones contra Trump tienen valor e importancia. ¿Está segura, teniendo en cuenta que los republicanos van a controlar todos los poderes del Estado? ¿Para qué sirven las protestas en esta situación?
En el pasado se han trazado alianzas entre movimientos sociales y los sindicatos que han dado frutos a la hora de presionar a los políticos y lograr ciertos cambios. Dicho escenario parece poco probable, dada la debilidad de los sindicatos. ¿Qué haría falta para plantear una resistencia efectiva a Trump o a los republicanos, dadas las circunstancias?
Pero el movimiento sindical tiene un historial reciente lleno de claroscuros a la hora de arrimar el hombro a otros movimientos. La agrupación de sindicatos más importante de EEUU, la AFLCIO, se posicionó a favor del oleoducto de Dakota Access recientemente. Esto generó gran oposición por parte de otros elementos del movimiento sindical y otros sindicatos, que se habían solidarizado con los pueblos indígenas de Standing Rock, mandando delegaciones y dinero para apoyar a su causa. El sindicalismo debe reflexionar sobre su relación con todas las protestas que están surgiendo contra Trump y las que ya existían. Debería observar con gran atención la protesta del sábado, que va a ser multitudinaria, y entender que, si deja de lado a toda esa gente, ellos también le dejarán de lado. Si la izquierda permite que la dividan, será aplastada.
¿Dónde encajan los demócratas en esa ecuación? En las primarias, los líderes sindicales no apoyaron a Bernie Sanders, y luego, en las generales, Hillary sacó menos votos sindicalistas que ningún demócrata en mucho tiempo.
En gran parte del país, cuando la gente oye el nombre Clinton, piensa en el NAFTA. Se acuerdan de cómo perdieron sus puestos de trabajo, que se fueron a México. Algunos políticos demócratas están alineados con el movimiento sindical y han defendido sus derechos. La segunda legislatura de Obama ha sido relativamente positiva en términos de nombramientos cercanos a los sindicatos. Pero Obama nunca ha propugnado ninguna de las prioridades de los sindicatos. En lo que se refiere a entender y preocuparse por las zonas en las que se han perdido empleos en masa, donde la gente se ha quedado sin nada, la respuesta demócrata ha sido: "Bueno, hay que acostumbrarse".
En su trabajo usa con frecuencia el término 'intersectionality', o interseccionalidad, como clave para construir movimientos sociales de éxito. ¿Puede explicar a qué se refiere, y por qué resulta relevante para la era Trump?
Por supuesto. Especialmente en la era Trump. La palabra 'intersectionality' la acuñó la jurista Kimberlé Crenshaw, pero el concepto se remonta a gente como Angela Davis y el Colectivo Combahee River. Está muy ligado al activismo de mujeres negras, a menudo queer. Se basa en la idea de que los problemas a los que nos enfrentamos no son separables en nuestras vidas. Si eres una trabajadora lesbiana negra no puedes separar cada uno de esos elementos de tu vida. No puedes ser negra hoy, mujer mañana, y queer el jueves. Eres todas esas cosas a la vez, y debes pensar acerca de las opresiones a las que te enfrentas como miembro de todos esos colectivos.
Trump habla con frecuencia sobre lo mucho que le importan los trabajadores. Bueno, excepto cuando llama violadores a los mexicanos, o promete construir un muro o deportarlos a todos a México. Si una persona oye a Trump decir que va a recuperar puestos de trabajo, pero luego escucha cómo denigra a gran parte de la clase trabajadora de este país, tienes dos opciones: o aíslas una cosa de la otra, y dices "ha dicho cosas horriblemente racistas, pero me va a conseguir un trabajo", y te olvidas del "agarrar a las mujeres del coño", y todas esas cosas, y entonces terminas con Trump de Presidente. O si entiendes que, aunque haya dicho algo que suena bien para mí, acosa sexualmente a las mujeres y quiere crear un registro de musulmanes, y eso no está bien, porque es también un ataque a la gente trabajadora, que afectará al país en su conjunto, y entonces no terminas con Trump de Presidente.
Por último, y de cara a la marcha del sábado: hay quien defiende que protestar por la elección de Trump o plantear la resistencia antes de que tome posesión supone faltar al respeto al sistema democrático ¿Es eso lo que está sucediendo?
El proceso democrático de este país es un deshecho. El proceso democrático de este país hace presidente a un hombre que sacó tres millones de votos menos que su adversaria. El proceso democrático de este país está gobernado por leyes que datan del esclavismo. ¡Menuda democracia! El proceso democrático de este país le falta al respeto a mucha gente, así que me da igual. Además, creo que es bueno faltarles al respeto a los políticos. No creo que los políticos merezcan automáticamente el respeto de la gente. Se lo tienen que ganar.
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ctxt.es Albaro Guzman Bastida
Hace dos meses que Trump fue elegido y faltan escasas horas para su investidura. Usted ha seguido muy de cerca la movilización social tras su elección. ¿Puede describir el panorama en las calles desde el 8 de noviembre?
Ha habido mucha acción. En parte, ha venido de grupos que ya existían y estaban movilizados, y en parte de gente que no había participado en nada parecido, y que se está activando por primera vez. Mi pancarta favorita la llevaba un chico el día después de las elecciones. Ponía: 'No soy muy de pancartas, pero ¡Caray!'. Retrata perfectamente a un montón de gente de todo el país que no se considera a sí misma activista ni nada parecido y sin embargo está preparándose para viajar en autobús a Washington y hacer acto de presencia en la Marcha de las Mujeres este sábado en Washington.
El reto es conectar a la gente que nunca se había movilizado con otra que les ayude a organizarseNada más salir elegido Trump, hubo protestas estudiantiles por todo el país, a menudo en lugares insospechados. Recuerdo colgar un post sobre una de ellas en Facebook. Alguien respondió: "Estos niños californianos...". Les tuve que decir: 'Esto es Phoenix, Omaha, y Columbia, Carolina del Sur'. No eran los sospechosos habituales.
Y luego, por supuesto, ha habido una gran movilización sostenida por parte de grupos que ya estaban bastante organizados. Me refiero a grupos de defensa de los derechos de los inmigrantes, que han organizado marchas de visibilidad, además de reuniones comunitarias en las que tratan de ver cómo proteger a sus miembros y sus barrios.
¿Cómo se están coordinando estas movilizaciones de nuevo cuño con las que usted lleva años cubriendo? ¿Se ha producido una alianza entre los movimientos nuevos y los que ya existían?
Incluso antes de estas elecciones ya observábamos contactos entre movimientos diversos. En mi libro hablo de un día en el que coincidieron varias marchas de diferentes movimientos en Washington, y de la intersección entre el movimiento Fight for Fifteen, que aboga por la subida del salario mínimo, y Black Lives Matter, por ejemplo. Ya existió una migración de Occupy Wall Street a esos movimientos. Todo eso sigue en marcha. Ahora el reto es conectar a la gente que nunca se había movilizado con otra que les ayude a organizarse, bien sea a través de las marchas, los grupos de acción comunitaria u organizaciones nacionales. Hay grupos, como el Working Families Party, que han convocado reuniones vecinales a las que se han presentado miles de personas, con apenas dos días de aviso previo.
Me preocupa la tendencia que se ha instalado que presupone que todos los líderes electos demócratas van a ser nuestros amigos durante los próximos cuatro añosLos grupos ya existentes están sumando mucha gente. Será interesante ver qué se hace, bajo qué etiqueta, sean movilizaciones sostenidas como los Dreamers, de defensa de los derechos de los inmigrantes, o como Black Lives Matter, o si toda esta nueva energía se ve subsumida en formaciones más amplias. Es demasiado pronto para saberlo con seguridad, pero creo que hay espacio para que todas estas movilizaciones más concretas sigan trabajando, y que su trabajo sigue siendo necesario. Este gobierno sin duda tratará de dividirlas, por lo que será crucial el grado en que logren apoyarse y sostenerse las unas a las otras, sin dar un respiro a los líderes electos.
Al hilo de los realineamientos y nuevas coaliciones que se están construyendo, ¿qué espera que suceda el sábado, con la convocatoria de la marcha de las mujeres contra Trump, al día siguiente de su investidura?
La marcha va a ser enorme. Algunas estimaciones hablan de cientos de miles de personas. Hay 1.800 autobuses fletados, que van a recorrer el país para estar ahí, han pedido permisos, etc. Va a ser algo inusitado, una demostración de fuerza ante un presidente en su primer día en el cargo. Lo interesante será ver si sale más gente a protestar contra Trump que a celebrar su investidura.
Unos días antes de las elecciones Arun Gupta, que también cubre movimientos sociales, predecía que si Trump ganaba las elecciones dichos movimientos, que tenían cierto espacio para respirar, se verían muy mermados, o incluso hundidos, por el grado de represión que les obligaría a estar a la defensiva. Lo que usted describe es casi el proceso contrario. ¿Está creciendo la movilización social?
No es cierto que los movimientos sociales tuvieran tanto espacio para respirar bajo los gobiernos de Obama. No hay más que fijarse en la represión de Ferguson o en Baton RougeNunca cometeré el error de decir que la presidencia de Trump es buena para nada, en absoluto. Pero no es cierto que los movimientos sociales tuvieran tanto espacio para respirar en los últimos años, bajo los gobiernos de Obama. No hay más que fijarse en la represión de Ferguson o en Baton Rouge, donde se sacaron los tanques a la calle, o recordar cómo se desmantelaron las acampadas de Occupy. Por supuesto, las cosas pueden empeorar, pero me preocupa la tendencia que se ha instalado que presupone que todos los líderes electos demócratas van a ser nuestros amigos durante los próximos cuatro años, porque Trump es tan horrendo. Pero el hecho de que haya toda una serie de movimientos militantes que no quieren tener nada que ver con el Partido Demócrata, precisamente porque crecieron en oposición a sus gobiernos, es una buena señal para militar contra esa tendencia tan peligrosa.
Además, gran parte de estas protestas son locales. Los movimientos son de base local, aunque tengan objetivos o demandas nacionales. Ciertamente, bajo el mandato de Trump, habrá muchas batallas nacionales, pero la manera en que se implementan las leyes nacionales es profundamente local. La policía es local, las cárceles son locales, la aplicación de leyes migratorias es local. Como me dijo mi amigo Kali Akuno, del grupo Cooperation Jackson, en Mississippi: 'Mucha gente ya está viviendo en la América de Trump. Ya saben a qué atenerse'. Veremos cómo reacciona la policía a la oleada de protestas, porque en muchas ciudades de mayoría demócrata, como Nueva York, Chicago o San Francisco, que llevan un tiempo incubando movimientos sociales, los alcaldes querrán presentarse como héroes ahora. Se dan cuenta de que su popularidad en el Partido Demócrata solo puede mejorar si se enfrentan a Trump. No tenemos a un fascista de botas negras todavía, y hay un miedo lógico a que lo terminemos teniendo, pero también un sentir de: 'Hay que hacer algo, y tenemos que hacerlo ahora'. Eso me da esperanzas. No quiero hacer predicciones, porque una siempre queda mal si las hace, pero observo mucha energía que no había sentido en décadas, con movimientos grandes y sostenidos de protesta, que están conectados entre sí.
Dado que el equilibrio de poder a nivel institucional está tan en contra de todo lo que defienden esas movilizaciones, ¿de dónde viene esa esperanza? Usted ha defendido que las movilizaciones contra Trump tienen valor e importancia. ¿Está segura, teniendo en cuenta que los republicanos van a controlar todos los poderes del Estado? ¿Para qué sirven las protestas en esta situación?
Las 'targeted protests' o acciones de protesta específicas, van a ser las más importantes en el tiempo que vienePara muchas cosas. Las grandes marchas callejeras tienen una utilidad limitada. La Marcha de las Mujeres del sábado es una demostración de fuerza. Es una manera de decirle al poder que 'somos muchos, no nos gusta lo que ha pasado, y vamos a luchar contra vuestra agenda. Las 'targeted protests' o acciones de protesta específicas, van a ser las más importantes en el tiempo que viene. El otro día, un grupo de gente se plantó ante el congresista republicano de Denver, Colorado, que es una ciudad cada vez más progresista, y se presentaron en su oficina para exigir que cambie su voto sobre la derogación de la reforma sanitaria. Donde vivo, en el Valle del Hudson, se están planeando movilizaciones en los actos públicos de John Faso, el nuevo congresista republicano, cuyo primer voto en el congreso fue para derogar la reforma del sistema sanitario. Cuando el Tea Party llevaba a cabo tácticas parecidas, de disrupción de actos públicos de políticos que buscaban la reelección, en realidad bebía de la tradición de gente de izquierda, como Saul Alinsky. Creo firmemente que alguien como Paul Ryan privatizaría toda la seguridad social y la asistencia sanitaria por motivos ideológicos. Pero no todos los republicanos son iguales. Muchos sienten apego a sus poltronas en el Congreso, y quieren salir reelegidos, y mantener a su partido en el poder. Para lograr eso, es necesario que tengan en cuenta que el presidente, de su partido, va a ser el más impopular de los últimos cuarenta años en el momento de tomar posesión.
En el pasado se han trazado alianzas entre movimientos sociales y los sindicatos que han dado frutos a la hora de presionar a los políticos y lograr ciertos cambios. Dicho escenario parece poco probable, dada la debilidad de los sindicatos. ¿Qué haría falta para plantear una resistencia efectiva a Trump o a los republicanos, dadas las circunstancias?
En muchas ciudades de mayoría demócrata los alcaldes querrán presentarse como héroes ahora. Se dan cuenta de que su popularidad en el Partido Demócrata solo puede mejorar si se enfrentan a TrumpSerá muy difícil. No hay respuestas fáciles. Por muy débil que se encuentre, el movimiento sindical sigue teniendo mucho poder y dinero. Trump y los republicanos van a ir a por los sindicatos, porque saben que son la única fuente de apoyo financiero e institucional para los movimientos progresistas que no venga de los ricos. Eso es muy, pero que muy importante, porque la alternativa son instituciones financiadas por fundaciones o donativos de gente rica que no quiere alterar el equilibro de poder en la sociedad de manera fundamental. La Fundación Ford no quiere dejar de ser la Fundación Ford. George Soros quiere seguir siendo George Soros. Incluso cuando donan dinero a buenas causas, siguen estando en el poder, y perpetuando su propio poder. El movimiento obrero sindical es el único contrapeso que existe a eso. Por eso Trump y los republicanos van a legislar contra él y atacarlo todo lo que puedan.
Pero el movimiento sindical tiene un historial reciente lleno de claroscuros a la hora de arrimar el hombro a otros movimientos. La agrupación de sindicatos más importante de EEUU, la AFLCIO, se posicionó a favor del oleoducto de Dakota Access recientemente. Esto generó gran oposición por parte de otros elementos del movimiento sindical y otros sindicatos, que se habían solidarizado con los pueblos indígenas de Standing Rock, mandando delegaciones y dinero para apoyar a su causa. El sindicalismo debe reflexionar sobre su relación con todas las protestas que están surgiendo contra Trump y las que ya existían. Debería observar con gran atención la protesta del sábado, que va a ser multitudinaria, y entender que, si deja de lado a toda esa gente, ellos también le dejarán de lado. Si la izquierda permite que la dividan, será aplastada.
¿Dónde encajan los demócratas en esa ecuación? En las primarias, los líderes sindicales no apoyaron a Bernie Sanders, y luego, en las generales, Hillary sacó menos votos sindicalistas que ningún demócrata en mucho tiempo.
En gran parte del país, cuando la gente oye el nombre Clinton, piensa en el NAFTA. Se acuerdan de cómo perdieron sus puestos de trabajo, que se fueron a México. Algunos políticos demócratas están alineados con el movimiento sindical y han defendido sus derechos. La segunda legislatura de Obama ha sido relativamente positiva en términos de nombramientos cercanos a los sindicatos. Pero Obama nunca ha propugnado ninguna de las prioridades de los sindicatos. En lo que se refiere a entender y preocuparse por las zonas en las que se han perdido empleos en masa, donde la gente se ha quedado sin nada, la respuesta demócrata ha sido: "Bueno, hay que acostumbrarse".
El sindicalismo debe reflexionar sobre su relación con todas las protestas que están surgiendo contra Trump y las que ya existíanHay motivos muy profundos por los que las familias sindicalistas no votaron a Hillary Clinton. Desgraciadamente, votaron a alguien que les va a joder a mayor velocidad y con más fuerza de lo que Clinton hubiera hecho. Pero como me dijo Tom Lewandowski, un líder sindical en Indiana hace poco, por lo menos Trump intenta representar emocionalmente a los trabajadores indignados. Por lo menos se dirige a ellos y a sus ansiedades. Lo primero que hizo, nada más ganar, fue llegar a un acuerdo para mantener puestos de trabajo en la fábrica de Carrier, en Indiana. Es un acuerdo de mierda, y ni siquiera conseguirá mantener muchos de los empleos, y acto seguido se pasó tres semanas atacando al líder del sindicato en Twitter, pero hizo algo, que es mucho más de lo que han hecho casi todos los demócratas. Hay que tenerlo en cuenta. Dicho eso, Trump firmará leyes nacionales para aniquilar el poco poder de los sindicatos tan pronto como lleguen a su despacho. No me cabe la menor duda.
En su trabajo usa con frecuencia el término 'intersectionality', o interseccionalidad, como clave para construir movimientos sociales de éxito. ¿Puede explicar a qué se refiere, y por qué resulta relevante para la era Trump?
Por supuesto. Especialmente en la era Trump. La palabra 'intersectionality' la acuñó la jurista Kimberlé Crenshaw, pero el concepto se remonta a gente como Angela Davis y el Colectivo Combahee River. Está muy ligado al activismo de mujeres negras, a menudo queer. Se basa en la idea de que los problemas a los que nos enfrentamos no son separables en nuestras vidas. Si eres una trabajadora lesbiana negra no puedes separar cada uno de esos elementos de tu vida. No puedes ser negra hoy, mujer mañana, y queer el jueves. Eres todas esas cosas a la vez, y debes pensar acerca de las opresiones a las que te enfrentas como miembro de todos esos colectivos.
Como me dijo Tom Lewandoski, un líder sindical, por lo menos Trump intenta representar emocionalmente a los trabajadores indignados. Se dirige a ellos y a sus ansiedadesA escala de movimiento, lo utilizo para referirme, por ejemplo, a los restaurantes de comida rápida en los que la gente cobra salarios de miseria, y los trabajadores son abrumadoramente de color e inmigrantes. Nuestro probable futuro secretario de empleo es el director ejecutivo de la compañía propietaria de las cadenas Carl's Jr. y Hardee's. Sus restaurantes tiene un porcentaje de abusos sexuales un 20% más alto que en otros negocios similares. En la industria de la comida rápida, la tasa de abusos sexuales está por encima del 40%. Casi la mitad de la gente que trabaja en uno de estos lugares ha sufrido abusos. Cuando no tienes ningún poder en tu lugar de trabajo, y menos en la sociedad en su conjunto, terminas en un empleo de mierda en el que tu jefe puede hacer lo que le dé la gana contigo, y hay que entender que todas esas cosas están conectadas. Eso también se tiene que aplicar a la organización de movimientos sociales, porque si no están condenados al fracaso.
Trump habla con frecuencia sobre lo mucho que le importan los trabajadores. Bueno, excepto cuando llama violadores a los mexicanos, o promete construir un muro o deportarlos a todos a México. Si una persona oye a Trump decir que va a recuperar puestos de trabajo, pero luego escucha cómo denigra a gran parte de la clase trabajadora de este país, tienes dos opciones: o aíslas una cosa de la otra, y dices "ha dicho cosas horriblemente racistas, pero me va a conseguir un trabajo", y te olvidas del "agarrar a las mujeres del coño", y todas esas cosas, y entonces terminas con Trump de Presidente. O si entiendes que, aunque haya dicho algo que suena bien para mí, acosa sexualmente a las mujeres y quiere crear un registro de musulmanes, y eso no está bien, porque es también un ataque a la gente trabajadora, que afectará al país en su conjunto, y entonces no terminas con Trump de Presidente.
Por último, y de cara a la marcha del sábado: hay quien defiende que protestar por la elección de Trump o plantear la resistencia antes de que tome posesión supone faltar al respeto al sistema democrático ¿Es eso lo que está sucediendo?
El proceso democrático de este país es un deshecho. El proceso democrático de este país hace presidente a un hombre que sacó tres millones de votos menos que su adversaria. El proceso democrático de este país está gobernado por leyes que datan del esclavismo. ¡Menuda democracia! El proceso democrático de este país le falta al respeto a mucha gente, así que me da igual. Además, creo que es bueno faltarles al respeto a los políticos. No creo que los políticos merezcan automáticamente el respeto de la gente. Se lo tienen que ganar.
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ctxt.es Albaro Guzman Bastida
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