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Nuestros aliados los bichos

Desde el rechazo a la fobia, pasando por el asco. Así de negativas son las sensaciones que nos provocan los insectos. Los queremos lejos de nuestras casas, de nuestra comida y de nuestras vidas. Los vemos como el enemigo a combatir cuando en realidad podrían ser los grandes aliados del ser humano en el siglo XXI.

Un ejemplar adulto de Hermetia illucens. Su uso ya es habitual como comida para animales. Foto: U.A.

Comer insectos para combatir el hambre

El último informe de la FAO que apunta el potencial de los insectos para garantizar la seguridad alimentaria ha generado cierta controversia. Mientras en Asia, África o América Latina 2,5 millones de personas los consumen de forma habitual, aquí nadie quiere sustituir el filete por grillo o el pollo por ciento cincuenta gramos de cucarachas. Pero, de entrada, deberíamos tener en cuenta que por seguridad alimentaria no se entiende sólo la calidad de lo que comemos, sino también que la cantidad de sustento está asegurada para todos los habitantes del planeta.
Santos Rojo, profesor de Zoología de la Universidad de Alicante (U.A.), ha sido el único español que ha formado parte del comité de expertos consultado por la FAO y alerta sobre el riesgo que nos acecha: “En 2050 seremos nueve mil millones de habitantes, no podremos comer tal y como lo hacemos hoy, el sistema actual de producción de carne es insostenible en todos los sentidos, desde el punto de vista medioambiental y económico. La ganadería ya no da para alimentar a los que somos”.
Además, vacas, corderos y pollos son una máquina de hacer desechos. Están explotados al máximo: para pasar del huevo al plato y ser carne, un pollo necesita 30 días. El ciclo de los insectos es mucho más corto. Son animales más eficientes: contaminan menos, generan menos residuos, no tienen colesterol y son una fuente de proteínas, vitaminas, minerales y ácidos grasos saludables.
La filosofía no es dejar de comer ternera para ingerir sólo insectos, sino considerarlos como una fuente de alimentación más
Para producir un kilo de proteína de vaca necesitamos suministrarle cinco veces más comida que si es de insecto. Están tan alejados de nosotros desde el punto de vista evolutivo que difícilmente nos transmitirían enfermedades como el mal de las vacas locas. Aún así, explica el profesor Rojo, ”la filosofía no es dejar de comer ternera, sino considerarlos como una fuente de alimentación más”. No sólo para los humanos, también para los animales.
En 2050 no habrá pastos para alimentar al ganado. La mini-ganadería de insectos podrían contribuir paliar el problema. Foto: U.A.
En 2050 no habrá pastos para alimentar al ganado. Los insectos podrían contribuir paliar el problema. Foto: U.A.
De hecho, ya comemos algún que otro bicho. Detrás del colorante E-120 no hay otra cosa que cochinilla roja, es la que hace que el yogur de fresa sea rosado o los caramelos rojos. Durante años, Canarias fue el primer exportador mundial de cochinilla. Como está molida, no tiene patas ni ojos, no le hacemos ascos.
La profesora Estefanía Micó, investigadora del CIBIOnos explica que “la moda es la razón más poderosa para hacer la cosa más extraña. Hace veinte años era impensable que nos comiéramos el pescado crudo, ahora el sushi es lo más ‘fashion’”.
Comer insectos de momento no está de moda en España, porque en Holanda ya encontramos saltamontes al lado del jamón york en el súper. Es la pionera. Francia y Bélgica importan 5 toneladas anuales de larvas de mariposa que ofrecen como delicatessen en los restaurantes. En el pasado, los romanos comían orugas al vino y los griegos, los padres de la cultura occidental, adoraban las chicharras. Todo es una cuestión cultural, en Cerdeña el ‘casu marzu’, el queso con gusanos, es un manjar. Hace no muchos años en Italia los niños perseguían una clase de mariposas porque su abdomen era como un caramelo.
El picudo está buenísimo, pero no te lo comas de tu palmera porque, como el árbol esté tratado, te envenenas
Un ecosistema sin insectos es un ecosistema muerto. “Nos hemos alejado tanto del medio natural”, lamenta la investigadora, “que hemos desarrollado una tolerancia cero a los insectos. Echamos plaguicidas para erradicarlos de los cultivos y esos químicos hacen que hoy sea imposible (que nadie lo intente) ir al campo y cazar insectos para comérselos. Por ejemplo ”.
Micó habla de la “colonización occidental” para poner el triste ejemplo de Mali, donde las plantaciones de algodón eran atacadas periódicamente por saltamontes. “Durante los repuntes de la plaga, los niños obtenían el contenido proteico para su dieta de esos saltamontes. Desde Occidente empezamos a ‘aconsejarles’, se trataron las plantas químicamente y ya no hay plaga, pero la desnutrición ha aumentado un 20%”.
Larvas comestibles como estas, consumen y contaminan menos que  la ganadería tradicional. Foto: U.A.
Larvas comestibles como estas, consumen y contaminan menos que la ganadería tradicional. Foto: U.A.
Igual que no nos comemos las chuletas crudas, ni el tocino, los insectos no van a acabar con sus ojos y sus patitas en nuestro plato, aunque podrían, como ocurre con sus primas las gambas y las cigalas. “Esto no va a dejar de ser anecdótico”, sostiene Santos Rojo, “como quien se come unas aceitunas o unas papas”. Todavía hay un mundo por investigar, empezando por la selección de especies. Casi dos mil son comestibles, pero falta controlar los parámetros para su reproducción “ganadera” o determinar cómo pueden variar sus propiedades o composición nutricional en función de su alimentación.
“Lo ideal”, según la profesora Micó, “sería que la legislación fuera por delante, pero no suele ser así de modo que desde la enseñanza debemos dar a conocer las posibilidades de esta nueva fuente de alimentación para estimular su demanda. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de perder el miedo a lo desconocido”.




Se calcula que hay 5 millones de especies de insectos, pero sólo un millón están descritas. 1.900 son comestibles. Foto: U.A.
Existen más de 1.900 especies de insectos comestibles. Foto: Jesús Ordóñez.

El potencial de las moscas


Nadie pensaría en comerse una abeja, en cambio, no le ponemos ninguna pega a todo lo que ellas producen, desde la miel, hasta el propóleo o la cera. Y, como la apicultura, la lombricultura o helicicultura (cría de caracoles), el ser humano lleva siglos dedicado a la cría de insectos varios. Pero, aún así, nos cuesta asimilar que puedan existir o proliferar granjas de saltamontes, de grillos o de moscas.
“La minilivestock o mini-ganadería será el sector productivo que se desarrollará en el siglo XXI” , vaticina el profesor Santos Rojo, quien además es presidente de Bioflytech, una empresa que surgió de la Universidad de Alicante, dedicada a la cría artificial y producción masiva de moscas.
Investigan, producen y comercializan animales en todas sus fases: huevo, larva, pupa y mosca adulta. Cada una tiene una función o uso diferente y cada día descubren nuevas posibilidades. Hay ciento cincuenta mil especies de dípteros con un potencial impresionante:
-Cierran el ciclo trófico. Sólo hay que pensar que un ecosistema equilibrado siempre está limpio, sin restos, sin cadáveres o heces de animales. Esto podríamos aplicarlo a nuestro día a día y solucionar en parte el problema de la basura, ya que algunos insectos se alimentan de residuos que hoy se desechan. Se podrían valorizar haciéndolos servir de alimento para larvas de mosca, que transforman en biomasa la materia en descomposición. Detoxifican, purifican y proporcionan un abono muy beneficioso. Si tenemos en cuenta que hay industrias que pagan a otras por deshacerse de sus residuos, esta interacción entre economía y ecología aporta una solución muy interesante.
Las moscas son los insectos más baratos de criar. Mucho más que saltamontes, vacas o cualquier pescado. Si todas las moscas que nacieran, sobrevivieran, en una semana habría una capa de medio metro de moscas muertas en el suelo. Los expertos ven en esta eficiencia reproductora una salida para la crisis alimentaria de la ganadería tradicional, que se podría alimentar, sino directamente de insectos, sí a base de piensos elaborados con proteína de mosca. Hoy los piensos se elaboran principalmente con proteína de pescado, lo que ha dado lugar a una sobreexplotación del mar insostenible.
Aceleran el degradado de residuos no orgánicos. Un zapato tardaría entre 50 y 60 años en descomponerse, mucho menos si lo exponemos a la acción transformadora de la larva de mosca. A base de experimentar, han descubierto un tipo de larva capaz de favorecer la biodegradación de los metales pesados del calzado. La larva elimina la piel y produce una especie de humus totalmente limpio, los metales pesados acaban concentrados en el exoesqueleto de la mosca adulta de donde se pueden aislar y procesar para volver a aprovechar.
Uso farmacéutico. La terapia con larvas es conocida desde la antigüedad. Se alimentan del tejido muerto y producen una sustancia con propiedades antibióticas que esteriliza y ayuda a la cicatrización de las heridas. En España no se puede producir (hace falta un estudio clínico) pero en Estados Unidos hay centros médicos que ofrecen la terapia larval.
* Autora Maria José Pérez desde nuestros amigos de Nonada.es
Publicat per Àgora CT. Col·lectiu Cultural sense ànim de lucre per a promoure idees progressistes Pots deixar un comentari: Manifestant la teua opinió, sense censura, però cuida la forma en què tractes a les persones. Procura evitar el nom anònim perque no facilita el debat, ni la comunicació. Escriure el comentari vol dir aceptar les normes. Gràcies

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