El millón de compañeros y compañeras afiliados a CCOO, nuestros 97 mil representantes elegidos en las empresas, han sido un factor decisivo para que en este 2018 que termina, hayan empezado a revertirse algunas de las políticas antisociales de la última década.
Como es conocido, la economía en España crece desde hace varios años. De hecho ya en el primer trimestre de 2017, nuestro país producía más bienes y servicios que antes de la crisis económica de 2008. Sin embargo este crecimiento no se está distribuyendo entre la mayoría social y la clase trabajadora en la forma necesaria. La razón es que durante estos años se ejecutaron distintas reformas (laboral, de pensiones, fiscales…) que han traído las consecuencias que ya conocemos: caída de los salarios y las pensiones, deterioro de los servicios públicos, precariedad en el empleo, nuevas formas de explotación laboral… LA DESIGUALDAD COMO NORMA.
Los objetivos de CCOO han sido cambiar esa realidad. Hemos ido dando pasos. Hace un año suscribíamos un acuerdo para subir el Salario Mínimo Interprofesional un 20% hasta 850 euros mensuales. El SMI entraba en la agenda política y tras el cambio de Gobierno, se impulsaba hasta los 900 euros. Medidas pensando en la gente con menos recursos.
En junio tras una ardua y larga negociación, conseguíamos un acuerdo salarial para los convenios colectivos con una subida en torno al 3% anual, y un salario mínimo de convenio de 14 mil euros. Previamente el II Acuerdo para la Mejora del Empleo Público iniciaba la vía de la recuperación de derechos para más de 3 millones de personas trabajadoras.
Tras la reforma de pensiones del año 2013, se venían revalorizando a un ritmo del 0,25% anual, o lo que es lo mismo, millones de pensionistas perdían poder adquisitivo. Hoy las pensiones se vuelven a revalorizar según la inflación.
Hemos protagonizado distintas movilizaciones para defender nuestra industria ante la avaricia de empresas multinacionales que retiran sus inversiones destruyendo empleo y condenando a territorios y comarcas a la pobreza. Alcoa o Vestas son solo dos ejemplos.
Numerosos convenios colectivos se han ganado con organización y lucha, a través de la inteligencia colectiva que es CCOO, con importantes subidas salariales y materializando salarios mínimos de convenio que hace no mucho tiempo parecían utópicos. Sectores de la hostelería, el comercio, feminizados como la limpieza, el de “elaborados de mar”donde tras una huelga dura y combativa las mujeres que “levántanse todos os días ás cinco de mañá para estar ás seis aquí traballando” sin llegar a ganar 800 euros, demostraban que si estamos juntas y organizadas, podemos ganar.
Nos hemos enfrentado a nuevos problemas, derivados de lo que llaman nueva economía. Intentando demostrar que tras formas aparentemente modernas de organizar las empresas, a veces se esconden viejas formas de explotación. Regularizar a más de 5.000 personas en el sector cárnico, o los pasos para que se reconozca el carácter laboral del trabajo en plataformas como Glovo o Deliveroo, son resultados a valorar de nuestra acción sindical cotidiana.
Con organización y constancia vamos revertiendo algunos efectos de la década de la austeridad. Pero en 2019 debemos poner toda la carne en el asador para revertir las reformas que provocan esos efectos: la reforma laboral y la de pensiones, principalmente. Hemos alcanzado un acuerdo en textos en la mesa del diálogo social que ahora el Gobierno tiene que sacar adelante buscando una mayoría política para ello. No basta con las declaraciones. Hay que hacer.
2018 sin duda ha sido el año de la movilización feminista más importante que hemos conocido. El 8 de marzo supuso un hito con millones de mujeres, también de hombres, reivindicando igualdad real. CCOO estuvo ahí, con una convocatoria de huelga parcial y movilizaciones con el resto del movimiento feminista. La desigualdad de género no se explica sólo desde parámetros socioeconómicos (brecha salarial, contratación parcial, sectores feminizados peor pagados, etc.), pero la desigualdad de género no se entiende sin la desigualdad económica. El incremento de la afiliación de mujeres en CCOO es muy importante. Sobrepasamos ampliamente las 400 mil compañeras comprometidas con un proyecto sindical, que a su vez tiene que estar profundamente comprometido con sus condiciones de trabajo y de vida.
Buena parte de las generaciones más jóvenes viven en la precariedad permanente, con una sensación de pérdida de expectativas de vida relacionada con el precio de la vivienda y de los alquileres, la rotación laboral y los bajos salarios.
En 2019 la lucha contra la desigualdad debe ser nuestra prioridad. En todos los sentidos. El crecimiento con desigualdad provoca malestar social y es un auténtico disolvente democrático. Seguimos atravesando una crisis política muy relevante, donde las opciones reaccionarias pueden crecer si no hay una política progresista que genere igualdad, equidad social, una renovación de un contrato social que genere vínculos comunes, identidades cívicas. La degradación política, institucional y ética que ha supuesto Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil o diversos gobiernos del este de Europa, puede acabar contaminando al conjunto de fuerzas conservadoras y extendiéndose a más países como comprobamos en los actuales discursos políticos también en España.
CCOO sigue siendo la mayor organización social del país. Nadie cuenta con tanta afiliación ni tanta penetración en los centros de trabajo. Un potencial que tenemos que tensionar en la negociación de los convenios colectivos. Que la gente que no está en CCOO entienda que somos su gran herramienta para mejora su situación personal y colectiva.
Todo será necesario en un 2019 que no será sencillo, pero ya lo decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Unai Sordo |
*Unai Sordo es un líder sindical y maderero español. Secretario general de CCOO del País Vasco desde 2009,1 ha sido elegido secretario general de CCOO en su XI Congreso Confederal
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