En España, no hace falta más neoliberalismo como pide el señor Rosell. Es necesario y urgente un giro de 180º a la política de los últimos años hacia una nueva política económica verde, alternativa y solidaria.
Con dirigentes de la patronal como el señor Juan Rosell, en España, ya no es necesario que aparezca un partido de extrema derecha como ocurre en otras latitudes europeas. De las declaraciones del señor Rosell, jefe de la CEOE, se deduce, con absoluta claridad, cual es la línea ideológica que el mundo de las grandes empresas quieren marcar al nuevo gobierno: desregulación total del mercado laboral, mayores recortes en las pensiones e ir más allá de los 67 años de la edad de jubilación, imponer el pensamiento ultraliberal en las escuelas y llevar al gobierno los tecnócratas más agresivos para que sean los que desarrollen estas políticas.
Es mas que bochornoso que, cuando el PP ha inundado los currículos de la ESO y del Bachillerato de asignaturas que promocionan el pensamiento empresarial en detrimento de otras como la Filosofía que invitan al pensamiento racional y crítico, escuchemos al señor Rosell decir que en las escuelas españolas se critica a los empresarios. Nada más lejos de la realidad, a no ser que el señor Rosell pretenda hacer desaparecer la enseñanza de la Historia y, en particular, de aquellos temas que explican cómo tuvo que nacer el movimiento obrero para defenderse de un capitalismo salvaje que imponía jornadas de 14 horas, permitía el trabajo de los niños y, todo ello, sin ningún tipo de cobertura social ni sanitaria. Mucho se le ve el plumero al dirigente de la gran patronal española pues, tras sus palabras, asoma claramente un pensamiento muy antisocial, durísimo, al que los derechos sociales y laborales conseguidos por las clases trabajadoras, desde hace dos siglos, con muchos esfuerzos y sacrificios, parecen molestarle.
No. No hacen falta tecnócratas liberales al frente del gobierno en España, aunque sí que hay que regular las puertas giratorias, pero en sentido contrario al que propone el señor Rosell. Hace falta una mayor fiscalidad progresiva para que esos grandes sueldos que cobran los ejecutivos de las grandes empresas, como el propio Rosell, paguen solidariamente lo que deben para compensar socialmente las grandes diferencias salariales, que se agrandan en España, entre los ejecutivos y el resto de trabajadores de las empresas y, por otro lado, hay que impedir que puedan acceder a la Administración Pública gente que trabaja para las grandes empresas y que, si lo hacen, seguirán beneficiando directa o indirectamente con sus decisiones políticas a la exigua minoría de la sociedad que supone un puñado de grandes empresarios. No. A la Administración Pública, al gobierno debe acceder gente, sí preparada, pero con pensamiento solidario, que se plantee políticas para el bien común y mejorar el futuro de la mayoría de la sociedad, que vive con mucho esfuerzo con mucho menor poder adquisitivo que los ejecutivos que quiere encumbrar Rosell.
Por último, es muy grave que el señor Rosell plantee que la edad de jubilación aún es temprana, después de su alargamiento a los 67 años, en un país donde más del 50% de los jóvenes están en paro, los más cualificados son emigrantes y casi todo el resto tiene empleos temporales, de meses o incluso de días u horas, con unos salarios muy por debajo de la media de la Unión Europea. Es momento de una política totalmente contraria a las propuestas de Rosell. Es hora de redistribuir el tiempo de trabajo, reducir la jornada laboral, fomentar los contratos indefinidos y de relevo y, reitero, es tiempo de una fiscalidad pública mucho más justa y redistributiva de la riqueza. Hay que acabar con los paraísos fiscales y el dinero negro, conseguir que paguen todos los impuestos que les corresponden, eliminar los trucos legales de evadir a la hacienda pública y reactivar la economía desde nuevos parámetros como son una nueva movilidad fundada en el transporte público y los vehículos eléctricos, una revolución industrial hacia la economía verde y ecoeficiente, la soberanía alimentaria y los mercados de proximidad con una reforma agraria integrada y ecológica, un plan energético que suponga el ahorro del consumo de energía y la sustitución de todas las energías contaminantes, también la de origen nuclear, por energías alternativas, empezando por las grandes posibilidades de la solar.
En España, no hace falta más neoliberalismo como pide el señor Rosell. Es necesario y urgente un giro de 180º a la política de los últimos años hacia una nueva política económica verde, alternativa y solidaria.
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