Quien sube a un barco y navega los 851 kilómetros de aguas verdosas
del Tapajós, que atraviesa de arriba a abajo el oeste del Estado de Pará
(Brasil), no es raro que se encuentre con marsopas y aves buceando,
además de un paisaje natural que quita el aliento, cubierto por un
mosaico compuesto por reservas forestales y tierras indígenas. Sin
embargo, un amplio abanico de obras – que van desde hidroeléctricas,
carreteras, hidrovías o puertos fluviales hasta proyectos de minería –
puede rediseñar en un corto espacio de tiempo los rasgos de uno de los
más bellos ríos del Amazonas.
Niños munduruku de la aldea Sawré Muybuy, afectada por la construcción de una presa. / Fernanda Ligabue - Agência Pública |
Incluso para los ricos parámetros de la región, el valle del río
Tapajós es un área de extrema diversidad biológica. De las 1.837 de
especies de aves encontradas en Brasil, 613 vienen del Tapajós. Una de
ellas, un pájaro llamado ermitaño del Tapajós (Phaethornis aethopyga),
fue catalogada sólo en 2009. Muchos de los pájaros presentan baja
densidad poblacional, lo que los hace vulnerables a los cambios
ambientales. La presencia del río es una de las razones para tamaña
diversidad. El río actúa, según los biólogos, como una barrera contra la
dispersión. Eso explica también la riqueza de mamíferos: 161 especies
se pueden encontrar en la región. El total en Europa es de 222.
“El Tapajós, aquí en el oeste del Pará, es un verdadero El Dorado”,
define el padre Edilberto Sena, representante del Movimiento Tapajós
Vivo, que reúne una serie de organizaciones de defensa del medio
ambiente y de derechos humanos. “Tenemos mucha agua, madera y diversos
tipo de minerales. Toda esa riqueza ha atraído la atención de muchas
empresas. Pero es el propio Gobierno federal quien protagoniza la
devastación”.
Sin ninguna duda, el proyecto con potencial de provocar los mayores
impactos sociales y ambientales es el llamado Complejo Hidroeléctrico de
Tapajós, un conjunto de siete presas que pueden generar hasta 14.000
megavatios, la misma capacidad de la faraónica presa binacional de
Itaipu, erguida durante la dictadura militar en la frontera de Brasil
con Paraguay. Los estudios de viabilidad conducidos por la estatal
Eletrobras para otorgar las licencias de dos de ellas – Jatobá y Sao
Luiz do Tapajós – ya están en marcha. Por ahora, el costo para erguir
las dos represas está estimado en 23.000 millones de reales (unos 7.000
millones de euros). Y el gobierno federal no esconde su apuro: en 2014,
espera licitar por lo menos la construcción de San Luiz del Tapajós y
prevé que las dos usinas estén en funcionamiento hasta 2019.
Al menos 2,3 millones de personas de 32 comunidades ribereñas se
verán directamente afectadas si los siete emprendimientos son llevados a
cabo. Otras 16 aldeas indígenas de la etnia Munduruku también tendrán
parte de sus territorios inundados por los reservatorios que serán
formados por las represas. Los datos son de la Eletronorte, subsidiaria
de la Eletrobras. Los estudios para la construcción de las fábricas han
sido realizados sin consultar a las poblaciones afectadas, lo que
provocó una disputa judicial que parece no tener fecha para terminar.
La energía de esas nuevas hidroeléctricas tiene por lo menos un
objetivo claro: grandes proyectos de explotación de minerales en el
Pará, como oro y bauxita, la materia prima del aluminio. La compañía
estadounidense Alcoa, por ejemplo, inició hace tres años la operación de
un yacimiento de bauxita en el municipio de Juruti, en el extremo oeste
del Pará, y ya tiene planes de construir una planta de aprovechamiento
que va a necesitar de bastante electricidad. Votorantim está levantando
una industria del mismo tipo en el municipio de Rondon de Pará. La
noruega Hydro también extrae bauxita al este del estado.
Balsa de residuos de bauxita de la mina de Alcoa en Juriti (Pará). |
Además de ser considerada la última gran frontera energética y
mineral del Amazonas, la región bañada por el río Tapajós tiene otro
considerable atractivo económico: es un corredor estratégico para la
salida de la producción de soja en el Mato Grosso, el principal
productor de granos del país.
En la aldea Boca das Tropas, localizada a 40 minutos de barco de la
ciudad paranaense de Jacareacanga, Rosenilda, una líder munduruku, está
preocupada por el futuro. “Cada día más policías llegan, más gente
armada. Piensan que van a intimidarnos, pero nunca van a conseguirlo.
Estamos luchando por nuestro pueblo, por nuestros niños, por nuestra
naturaleza. Necesitamos salvar todo esto”, afirma. Cerca de ahí, en la
aldea Restinga, el líder Lamberto Painha también teme por lo que está
por venir. “Estamos sufriendo desde hace más de 500 años”, dice. “El
gobierno quiere acabar con todos nosotros. Una gran destrucción
ocurrirá. Van a acabar con todo. Aquella isla se va para el fondo del
río. Monos, pájaros y nosotros, indios, vamos a perder nuestras casas.
¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a sobrevivir en ciudades? En las
ciudades las personas no comparten nada. Sólo si uno tiene dinero. ¿Cómo
vamos a conseguir banana, papas, ananá, caña? Vamos a morir de hambre”.
Munduruku, cazadores de cabezas
Los munduruku, pueblo que domina la cuenca del Tapajós, fueron
conocidos, durante el periodo colonial, como cazadores de cabezas.
Algunos pueblos precolombinos dominaban complejas técnicas para
confeccionar miniaturas del cráneo y del rostro de los adversarios
muertos en combate, y los munduruku figuran en ese selecto grupo de
artesanos que hacían de las cabezas reducidas de sus enemigos una
especie de trofeo de batalla.
A diferencia de lo que ocurre en el tramo paranaense de la cuenca del
río Xingu, habitada por diversos pueblos indígenas directamente
afectados por la construcción de la usina de Belo Monte, en el Tapajós,
las hidroeléctricas previstas deben inundar sólo territorios de los
munduruku. Sin embargo, algunas de las áreas donde actualmente viven
esos indígenas aún no están demarcadas por el gobierno federal.
Es el caso de la aldea Sawré Muyubu. Para llegar hasta ella, es
necesario salir del centro de la ciudad de Itaituba y atravesar en
automóvil, durante dos horas, el Parque Nacional del Amazonas. Después,
el viaje sigue una hora más en lancha. Los indígenas de la Sawré Muybu
están acorralados. De un lado, la amenaza viene del Chapéu do Sol, uno
de los mayores yacimientos de oro y diamantes de la región, que vierte
una cantidad significativa de mercurio en las aguas del río. Del otro
lado, la preocupación es con el lago de 722 kilómetros cuadrados – área
correspondiente a casi 60.000 campos de fútbol – que será formado con la
construcción de la hidroeléctrica de São Luiz do Tapajós. “Si la usina
se construye, nuestra tierra no va a ser totalmente inundada, pero nos
vamos a quedar aislados, sin la caza y sin la pesca”, afirma Juárez,
cacique de la aldea.
Al largo de 2012, técnicos de las empresas que hacen los estudios de
viabilidad de la hidroeléctrica entraron en diversas ocasiones, y sin
cualquier tipo de comunicación previa, en el área de la aldea, abriendo
senderos y señalizando puntos en la selva. La postura invasiva y la
falta de diálogo rebelaron a los munduruku. “No vamos a permitir que
nadie más entre en nuestra casa”, avisa Juárez. La tensión es tanta que,
en una reunión realizada en octubre de 2012, una representante de la
Fundación Nacional del Indio (Funai) de Brasilia amenazó convocar a la
Fuerza Nacional para escoltar a los técnicos, si los munduruku no se lo
permiten.
Los indígenas reclaman, sobre todo, más agilidad en la demarcación de
la Sawré Muybu. En 2007, la Funai creó un grupo de trabajo para
identificar y delimitar el área que podrá ser transformada en tierra
indígena. Pero los trabajos, que estaban paralizados hace años, sólo
fueron retomados en noviembre de 2012, en virtud de la prisa del
gobierno en resolver el estancamiento e intentar concluir lo más rápido
posible las licencias de la usina de São Luiz do Tapajós.
Los rápidos del río Tapajós, en el Parque Nacional del Amazonas, que se
inundarán con la construcción de la central hidroeléctrica de São Luiz
do Tapajós / Fernanda Ligabue - Agência Pública
Las obras de las hidroeléctricas se mueven en un escenario tan
sensible que, a petición del Ministerio Público Federal (MPF), la
Justicia Federal suspendió, en primera instancia, el proceso de
licencias de la usina de São Luiz do Tapajós, en noviembre del 2012. La
decisión considera que las comunidades munduruku que tendrán sus
territorios directamente afectados necesitan ser debidamente consultadas
e informadas sobre el proyecto, como reza la Constitución de 1988 y la
Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
ratificada por Brasil en 2003. La sentencia también ordenó que fuera
realizada una evaluación integral de los impactos ambientales provocados
por las siete presas previstas para la cuenca hidrográfica del Tapajós.
Pero la medida no frenó al gobierno federal, que buscó apoyo de otras
instancias de la Justicia para proseguir los estudios ambientales en el
área. Nuevas decisiones provisorias de la Justicia Federal, en Santarém,
del Tribunal Regional Federal de la 1ª Región y del Superior Tribunal
de Justicia (STJ), en Brasilia, permitieron que los investigadores
continuaran trabajando el terreno hasta que la cuestión fuera juzgada
definitivamente. El MPF apelo y la pelea está lejos de finalizar.
“Al construir un complejo con varias usinas, se crean diversas
barreras para la circulación de animales. Y no se está haciendo eso en
cualquier lugar, sino en centros calientes de biodiversidad”,
explica el geólogo Juan Doblas, de la ONG Instituto Socio ambiental
(ISA). “El tema es muy serio. Sin embargo, son difíciles de cuantificar
los impactos ambientales. Y existe de hecho una biodiversidad muy grande
en esa región, pero aún es desconocida porque no fue debidamente
estudiada.”
Garimpos y la fiebre del oro
Cuando la fiebre del oro de Serra Pelada, localizado en el sudeste
del Pará, comenzó a declinar, a principios de los 80, los aventureros
dispuestos a enfrentar el barro y la malaria apostaron que el nuevo El
Dorado se encontraba en el Tapajós. Y tenían razón. Después de tres
décadas, se calcula que existen hoy nada menos que 2.000 puntos de
extracción alrededor del río. Llegar hasta las llamadas “currutelas”,
pueblos que funcionan como una especie de base central para los casi
50.000 hombres decididos a desafiar la selva, sólo es posible alquilando
un pequeño avión o viajando días arriba de una lancha, a partir de
Itaituba.
“Cerca de 98% de los garimpos (minas de oro) de la región
son irregulares”, asegura Oldair Lamarque, ingeniero encargado la
oficina del Departamento Nacional de Producción Mineral (DNPM) en
Itaituba. No es muy difícil entender por qué la mayoría está en la
clandestinidad. Para obtener la licencia ambiental de una pequeña labra,
del tamaño de hasta 50 campos de fútbol, es preciso viajar hasta la
capital, Belén, además de pagar cerca de 16.000 reales (unos 5.000
euros) en impuestos
Sin cualquier tipo de fiscalización, los garimpos son uno de los
principales vectores de degradación ambiental en la cuenca del Tapajós. Y
los problemas no se limitan a la contaminación del agua . Nuevas
técnicas han aumentado la productividad y potenciado los impactos sobre
el medio ambiente. La utilización de retroexcavadoras llamadas de PCs,
usadas para remover el suelo en busca del oro, es una de ellas. El
trabajo que antes demoraba casi un mes para ser hecho hoy es realizado
en sólo diez días. “Para desarticular garimpos grandes, como los que
existen en Itaituba, es preciso armar prácticamente una operación de
guerra”, afirma Nilton Rascon, analista ambiental del ICMBio.
Los indígenas intentan dialogar con representantes del poder público
desde 2005, con el fin de crear proyectos de piscicultura, producción de
miel y artesanía de forma a reducir la dependencia del garimpo. Pero,
por el momento, nada se ha concretado.
¿Por qué no hay mineras?
Si el Tapajós es una de las mayores provincias minerales del mundo,
¿por qué aún no hay empresas mineras en la región? La respuesta se
divide, básicamente, en dos. La primera es geológica. “Aquí no existen
depósitos minerales grandes, como ocurre en Goiás o en Minas Gerais. Los
depósitos son pequeños y esparcidos. Eso favorece la minería manual, y
no a las grandes empresas mineras”, explica Lamarque, del DNPM. La
segunda explicación es del orden estrictamente económica. “La falta de
carreteras y de fuentes de energía no hace viables grandes proyectos de
minería de oro”, completa.
La construcción de las hidroeléctricas y el asfaltado de la ruta
BR-163 ya están despertando la codicia de las mineras. Por el momento,
el oro del Tapajós aún no entró en la mira de las compañías consideradas
majors, las mayores del mundo. Pero por lo menos cinco empresas identificadas como juniors ya
están en etapas de investigación. El más adelantado de ellos es el
Proyecto Tocantinzinho, en el municipio de Itaituba, que debe
concretarse en el corto plazo. El emprendimiento es de una subsidiaria
de Eldorado Gold, del Canadá.
Y no es sólo el oro lo que llama atención de las mineras, en el
Tapajós. La gigante Anglo American, una de las mayores del mundo en el
sector, está estudiando el potencial de un deposito de cobre en la
Floresta Nacional (Flona) del Jamanxim, la segunda mayor del país, con
una área de 1,3 millón de hectáreas, casi diez veces superior a la
ciudad de São Paulo. Sin ningún tipo de autorización, la Anglo American
ya viene utilizando máquinas para explorar el área, desde julio de 2012,
al menos.
Preguntada por Agencia Pública, la asesoría de prensa de la
Anglo American niega que esté haciendo trabajos de exploración. “El
equipo de campo promovió en el periodo únicamente contactos con
propietarios, visando los fututos acuerdos, conforme esta previsto en el
Código de Minería”, asegur la nota.
Los “propietarios” citados en la nota de la Anglo American son
personas que reivindican la propiedad de tierras dentro de la Flona del
Jamanxim. Cuando fue creada, en 2006, la unidad de conservación que
lleva el nombre del río afluente del Tapajós ya estaba ocupada por
diversas haciendas. La pecuaria, la minería y la extracción ilegal de
madera hacen de esa la reserva la que más perdió flora autóctona en todo
país, a lo largo del 2012. Curiosamente, la devastación crece a la
misma velocidad que la intención del gobierno de reducir el área de la
Flona del Jamanxim. Actualmente, un grupo de trabajo del ICMBio de
Brasilia analiza la posibilidad de extirpar, como mínimo, 200 mil
hectáreas del área actualmente protegida.
Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales
(Inpe), que vigila la deforestación por satélite, la masa forestal
perdió, en 2012, 30,7 kilómetros cuadrados. En 2011, ese número era
considerablemente más pequeño: 12,9 kilómetros cuadrados. “El área donde
la Anglo American está haciendo las investigaciones es una de las más
preservadas de la Flora”, analiza Marques. No hay como negar que el
Tapajós es la niña bonita en la expansión de la frontera amazónica,
proceso que, históricamente, dejó heridas no cicatrizadas debido a la
lógica depredatoria con que se instaló en otras partes de la floresta.
Una burbuja inmobiliaria en la selva
La construcción de las usinas también va a impactar considerablemente la zona urbana de Itaituba. Según la Eletrobras, sólo las obras de Jatobá y Son Luiz del Tapajós deben atraer por lo menos 50.000 personas en busca de trabajo. “Itaituba no está preparada para atender ni a las 100.000 personas que ya viven aquí”, admite la alcaldesa, Eliene Nunes.Aun con fallos constantes en el suministro de electricidad y con la inexistencia de una red de saneamiento básico, el precio de los inmuebles aumentó. Una burbuja inmobiliaria ya da señales de vida aún antes de que las obras de las usinas sean iniciadas. En los últimos años, por lo menos cuatro nuevas agencias inmobiliarias surgieron en la ciudad. En ese periodo, el alquiler de un inmueble próximo a la orilla del Tapajós aumento más del doble. Empresas como la Sotreq, revendedora de tractores y máquinas pesadas de la multinacional norteamericana Caterpillar, también buscaban terrenos próximos a la carretera Transamazónica, que cruza Itaituba.
La alcaldesa Eliene también se queja de la escasez de informaciones más precisas sobre los emprendimientos y de la falta de diálogo con Eletrobras y con el gobierno federal. “Nosotros sabemos lo que todo el mundo sabe, lo que se publica en la prensa”, afirma. Cuando es consultada sobre el futuro de Itaituba, Eliene ríe, desconcertada: sabe que tiene en manos una verdadera bomba de tiempo que manejar.
— Por Carlos Juliano Barros para Agencia Publica,
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