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La pesadilla contada por sus monstruos



Alrededor de un millón de personas murieron asesinadas en Indonesia de 1965 a 1966 bajo sospecha de ser comunistas. Aunque la cifra exacta resulta desconocida, ya que el tema es tabú en el país. En 'The act of killing', los asesinos se encargan de recrear sus crímenes protagonizando sus géneros predilectos: el cine de gánsters, el western y el musical.
The Act of Killing es un documental que trata, básicamente, sobre la impunidad. Así que si lo que uno desea contemplar es una historia esperanzadora, donde la malas acciones son castigadas o los criminales se arrepienten… mejor sería ver otra película. Porque lo que más choca en esta cinta no es la brutalidad de los asesinatos, sino la propia parsimonia de los ejecutores cuando los relatan.
Como muestra está una de las escenas iniciales en las que Anwar Congo, responsable según él mismo de más de 1.000 muertes, recrea cómo decidió un día comenzar a asesinar valiéndose de un alambre con el que asfixiaba a sus víctimas, atadas a un poste. Porque matar de otra manera dejaba el patio lleno de sangre.
Secuencias como esta hacen que se haya definido al documental como una de las películas más "surrealistas, terroríficas y poderosas de la última década". La cita es del cineasta Werner Herzog quien, tras visionar un premontaje decidió convertirse en productor ejecutivo, junto a Errol Morris, director de algunos afamados documentales como 'The fog of war'.

La matanza silenciada

Poco se sabe de la masacre perpetrada en Indonesia entre 1965 a 1966. Sobre todo en el propio país, donde se ha impuesto la ley del silencio, y los asesinos copan algunos de las más altos puestos de la administración. De este modo, la cifra de muertos ha ido aumentando con el tiempo, desde los 50.000 iniciales a entre uno y dos millones en la actualidad.
Tras un golpe de Estado fallido, el ejército, encabezado por Suharto, futuro dictador durante 30 años del país, descabezó el gobierno y realizó una purga sistematica del Partido Comunista de Indonesia (PKI). Todos sus altos dirigentes fueron arrestados y asesinados. Pero también cualquier persona que tuviese relación con el partido, fuese considerado un intelectual o de procedencia china.
Los asesinatos estuvieron dirigidos por el ejército, pero muchos se materializaron por medio de grupos paramilitares como 'Pemuda Campasila' (actualmente con tres millones de afiliados), o por civiles, a quienes se les ofrecieron armas y total impunidad para cometer atrocidades. Esto hizo que las matanzas se extendieran rápidamente y, en cierto sentido, toda la sociedad se convirtiese en responsable de ellas.
En la película los criminales no se esconden, sino que cuentan sus atrocidades. Desde el asesinato del padre de una novia a la extorsión de comerciantes chinos
Así, al clima surrealista que envuelve la película viene justificado según el director americano, Joshua Oppenheimer, por la propia realidad de Indonesia. Un país donde la normalidad "se contruyó sobre un millón de cadáveres", y donde el genocidio fue "alentado y celebrado", para así dejar un panorama de "supervivientes aterrorizados, una sociedad manipulada y unos criminales impunes".
En la película éstos no se esconden, sino que se envalentonan hablando de sus atrocidades. Desde el asesinato del padre de una novia con la que uno de los matones había cortado recientemente, a las escenas de tortura en el despacho de un periódico, o a las extorsiones a comerciantes chinos, que todavía realizan con naturalidad durante la grabación del documental delante de las cámaras.

Cuando la ficción transforma la realidad

La película, que comenzó a grabarse en el 2005 y se estrenó en festivales en el 2012, va más allá de la brutalidad de estas acciones. Se trata también, de "un documental de la imaginación", según su realizador. Y esto es así porque la cinta indaga en la propia mentalidad y fantasías de los culpables del genocidio. Para esto se vale de la ficción, y la recreación de diversas escenas que protagonizan y dirigen los asesinos.

Porque si por algo se identifican éstos, a parte de su falta de escrúpulos, es por ser forofos del cine de Hollywood. En especial, del cine de gánsters, con cuyos personajes se sienten identificados. El propio realizador cuenta cómo el propósito inicial del trabajo era el de hablar con las víctimas, pero éstas se mostraban reacias a hacerlo. Por contra, los asesinos no tenían ningún reparo en hablar. Además, al ser Oppenheimer americano, le recibieron con los brazos abiertos, pensando que su acciones le parecerían grandes hazañas.
De este modo, más allá de simples entrevistas, el director les invitó a reinterpretar los asesinatos valiéndose de sus géneros cinematográficos predilectos. Lo que convierte al documental en una mezcla de reportaje, musical, western oriental y cine negro. Esto sirve para desarrollar escenas como la quema de un poblado, pero también para enfrentar a los asesinos con su pasado criminal.
Hay escenas grotescas, como cuando intentan explicar a una mujer (cuyos familiares seguramente murieron en la masacre) cómo debe gritar diciendo que han matado a su marido e hijos. O cuando invitan al hijo de una víctima a interpretar una tortura. Según el director, "matar supone un cierto distanciamiento con lo que uno hace", lo que también implica una "actuación". En este sentido, Anwar para varias veces un rodaje en el que se hace pasar por una víctima que está siendo estrangulada con un alambre, porque dice sentirse como si realmente fuera a morir, y que el acto le parece cruel.

No hacer nada también nos hace culpables

Aunque el documental ha servido para sacar a la luz las atrocidades cometidas durante esos años en Indonesia, la resonancia en el país ha sido modesta. Sobre todo porque, más allá de una serie de pases privados, la censura no ha permitido su exhibición pública.
Ha cosechado importantes premios como el del público en la Berlinale o el Documenta Madrid 2013. Pero parece que el resultado no ha gustado ni a los asesinos ni a las víctimas, que han amenazado con demandar al director por diferentes motivos.
Los primeros, porque se sienten estafados. Pensaban que estaban realizando una película de ficción llamada 'Ansar y Aminah', que narraba el enamoramiento entre un matón y la hija de un dirigente comunista. Y los segundos porque en la cinta se hace poca mención al ejército, principal responsable de la masacre.
Lo más polémico de 'The act of killing' es que los monstruos son personas, y nos enfrenta a nuestro propio bienestar basado en el sufrimiento de otros
Aparte de otras críticas, que hablan de falta de contexto histórico o directamente de manipulación del contenido, lo más polémico sin duda es el propio retrato que hace de los asesinos. En 'The act of killing' no hay monstruos, sino personas. Lo que ha llevado a hablar de "banalización del mal". Aunque el propio director ha ido más allá trasladando el sentido final de la cinta y extendiéndolo más allá del contexto del país asiático.
En este sentido, Oppenheimer señala todos (sobre todo en Occidente) estamos "muchos más próximos a los asesinos de lo que nos gustaría". Desde la ropa que vestimos, a los alimentos que consumimos, todo está basado en el sufrimiento de las personas que lo produjeron. En un sistema donde otros matones pagados por nosotros las aterrorizan para que no luchen por condiciones mejores, nuestra inacción supone también un tipo de responsabilidad. Lo que nos convierte en los "invitados de honor de un festín caníbal".

'The act of killing' está disponible en la plataforma de cine online 'Filmin'.
* Guillermo Roqués desde nonada.es

Publicat per Àgora CT. Col·lectiu Cultural sense ànim de lucre per a promoure idees progressistes Pots deixar un comentari: Manifestant la teua opinió, sense censura, però cuida la forma en què tractes a les persones. Procura evitar el nom anònim perque no facilita el debat, ni la comunicació. Escriure el comentari vol dir aceptar les normes. Gràcies

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