La Plataforma No aviones fuera de ruta-PNAFR, asociación que ha denunciado sistemáticamente toda violación de nuestra tranquilidad por los vuelos de aviones sobre nuestras viviendas, nos ha pedido colaboración para publicar una serie de articulos sobre los efectos que provocan la contaminación atmosferica y acústica, de estos vuelos, en las personas y el medio ambiente. No es arriesgado afirmar que en San Antonio y en otros municipios de Camp de Túria, los vecinos llevan tiempo afectados por estas molestias por lo que la lectura de estos artículos puede ser de su interés.
El ruido actúa a través del órgano del
oído sobre los sistemas nerviosos central y autónomo. Cuando el estímulo
sobrepasa determinados límites, se produce sordera y efectos patológicos en
ambos sistemas, tanto instantáneos como diferidos. A niveles mucho menores, el
ruido produce malestar y dificulta o impide la atención, la comunicación, la
concentración, el descanso y el sueño. La reiteración de estas situaciones
puede ocasionar estados crónicos de nerviosismo y estrés lo que, a su vez,
lleva a trastornos psicofísicos, enfermedades cardiovasculares y alteraciones
del sistema inmunitario.
La disminución del rendimiento escolar o
profesional, los accidentes laborales o de tráfico, ciertas conductas
antisociales, la tendencia al abandono de las ciudades, la pérdida de valor de
los inmuebles y un largo etcétera son algunas de las consecuencias. No es
casualidad que los países y regiones menos desarrollados sean también los más
ruidosos.
Introducción
Es difícil definir el ruido[1]
con precisión. Se han dado definiciones que giran alrededor de los conceptos de
sonido desagradable, sonido no deseado (quizá la que más aceptación
tiene en estos momentos), sonido perjudicial,
perturbador o dañino para quien lo percibe.
Como muy acertadamente indica la
etimología latina (rugitus, rugido)
del vocablo castellano, la función de la percepción del ruido por los animales,
incluido el hombre, es la alarma. En contraste con ello, la de los sonidos no ruidosos es la comunicación. Si bien
también la alarma es una clase de comunicación: es la comunicación de que
ocurre algo amenazante, a lo que urge prestar atención inmediata, con el
consiguiente abandono de la ocupación en curso e incluso del descanso.
De ahí que todos los animales reaccionen
ante el ruido huyendo, escondiéndose o enfrentándose agresivamente a su causa.
Previamente, si estaban dormidos despiertan. Los mismos comportamientos se
inducen, mediante la secreción de adrenalina, ante cualquier otra señal de
peligro: Son los comportamientos propios del miedo, del estrés.
El hombre no es una excepción. En él se dan
instintivamente las mismas reacciones aunque con frecuencia moduladas o
inhibidas por la voluntad, lo que incrementa el nivel de estrés.
Efectos sobre la persona
Malestar[2]
Este es quizá el efecto más común del
ruido sobre las personas y la causa inmediata de la mayor parte de las quejas.
La sensación de malestar procede no sólo de la interferencia con la actividad en
curso o con el reposo sino también de otras sensaciones, menos definidas pero a
veces muy intensas, de estar siendo perturbado. Las personas afectadas hablan
de intranquilidad, inquietud, desasosiego, depresión, desamparo, ansiedad o
rabia. Todo ello contrasta con la definición de “salud” dada por la
Organización Mundial de la Salud: “Un
estado de completo bienestar físico, mental y social, no la mera ausencia de
enfermedad”.
El nivel de malestar varía no solamente
en función de la intensidad del ruido y de otras características físicas del
mismo que son menos objetivables (ruidos “chirriantes”, “estridentes”, etc.)
sino también de factores tales como miedos asociados a la fuente del ruido, o
el grado de legitimación que el afectado atribuya a la misma. Si el ruido es
intermitente influyen también la intensidad máxima de cada episodio y el número
de éstos.
Durante el día se suele experimentar malestar
moderado a partir de los 50 decibelios, y fuerte a partir de los 55. En el
periodo vespertino, en estado de vigilia, estas cifras disminuyen en 5 ó 10
decibelios.
Interferencia con la comunicación
El nivel del sonido de una conversación
en tono normal es, a un metro del hablante, de entre 50 y 55 dBA. Hablando a
gritos se puede llegar a 75 u 80. Por otra parte, para que la palabra sea
perfectamente inteligible es necesario que su intensidad supere en alrededor de
15 dBA al ruido de fondo.
Por lo tanto, un ruido superior a 35 ó 40
decibelios provocará dificultades en la comunicación oral que sólo podrán
resolverse, parcialmente, elevando el tono de voz. A partir de 65 decibelios de
ruido, la conversación se torna extremadamente difícil.
Situaciones parecidas se dan cuando el
sujeto esta intentando escuchar otras fuentes de sonido (televisión, música,
etc.). Ante la interferencia de un ruido, se reacciona elevando el volumen de
la fuente creándose así una mayor contaminación sonora sin lograr totalmente el
efecto deseado.
Pérdida de atención, de concentración y de rendimiento
Es evidente que cuando la realización de
una tarea necesita la utilización de señales acústicas, el ruido de fondo puede
enmascarar estas señales o interferir con su percepción. Por otra parte, un
ruido repentino producirá distracciones que reducirán el rendimiento en muchos
tipos de trabajos, especialmente en aquellos que exijan un cierto nivel de
concentración.
En ambos casos se afectará la realización
de la tarea, apareciendo errores y disminuyendo la calidad y cantidad del
producto de la misma.
Algunos accidentes, tanto laborales como
de circulación, pueden ser debidos a este efecto.
En ciertos casos las consecuencias serán
duraderas, por ejemplo, los niños sometidos a altos niveles de ruido durante su
edad escolar no sólo aprenden a leer con mayor dificultad sino que también
tienden a alcanzar grados inferiores de dominio de la lectura.
Trastornos del sueño
El ruido influye negativamente sobre el
sueño de tres formas diferentes que se dan, en mayor o menor grado según
peculiaridades individuales, a partir de los 30 decibelios:
·
Mediante la dificultad o imposibilidad de dormirse,
·
Causando interrupciones del sueño que, si son repetidas, pueden llevar al
insomnio. La probabilidad de despertar depende no solamente de la intensidad
del suceso ruidoso sino también de la diferencia entre ésta y el nivel previo
de ruido estable. A partir de 45 dBA la probabilidad de despertar es grande.
·
Disminuyendo la calidad del sueño, volviéndose éste menos
tranquilo y acortándose sus fases más profundas, tanto las de sueño paradójico
(los sueños) como las no-paradójicas. Aumentan la presión arterial y el ritmo
cardiaco, hay vasoconstricción y cambios en la respiración.
Como consecuencia de todo ello, la persona
no habrá descansado bien y será incapaz de realizar adecuadamente al día
siguiente sus tareas cotidianas. Si la situación se prolonga, el equilibrio
físico y psicológico se ven seriamente afectados.
Con frecuencia se
intenta evitar o, al menos paliar, estas situaciones mediante la ingestión de
tranquilizantes, el uso de tapones auditivos o cerrando las ventanas para
dormir. Las dos primeras prácticas son, evidentemente, poco saludables por no
ser naturales y poder acarrear dependencias y molestias adicionales. La tercera
hace también perder calidad al sueño por desarrollarse éste en un ambiente mal
ventilado y/o con una temperatura demasiado elevada.
Daños al oído
El efecto descrito en este
apartado (pérdida de capacidad auditiva)
no depende de la cualidad más o menos agradable que se atribuya al sonido
percibido ni de que éste sea deseado o no. Se trata de un efecto físico que
depende únicamente de la intensidad del sonido, aunque sujeto naturalmente a
variaciones indiiduales.
·
En la sordera transitoria o fatiga auditiva no hay aún lesión. La
recuperación es normalmente casi completa al cabo de dos horas y completa a las
16 horas de cesar el ruido, si se permanece en un estado de confort acústico
(menos de 50 decibelios en vigilia o de 30 durante el sueño).
·
La sordera permanente está producida, bien por por exposiciones
prolongadas a niveles superiores a 75 dBA, bien por sonidos de corta duración
de más de 110 dBA, o bien por acumulación de fatiga auditiva sin tiempo
suficiente de recuperación. Hay lesión del oído interno (células ciliadas
externas de la superficie vestibular y de las de sostén de Deiters). Se produce
inicialmente en frecuencias no conversacionales, por lo que el sujeto no la
suele advertir hasta que es demasiado tarde, salvo casos excepcionales de
autoobservación. Puede ir acompañada de zumbidos de oído (acúfenos) y de trastornos del equilibrio (vértigos).
El estrés y sus manifestaciones y consecuencias
Las personas sometidas de forma
prolongada a situaciones como las anteriormente descritas (ruidos que hayan
perturbado y frustrado sus esfuerzos de atención, concentración o comunicación,
o que hayan afectado a su tranquilidad, su descanso o su sueño) suelen
desarrollar algunos de los síndromes siguientes:
·
Cansancio crónico
·
Tendencia al insomnio, con el
consiguiente agravamiento de la situación.
·
Enfermedades cardiovasculares:
hipertensión, cambios en la composición química de la sangre, isquemias
cardiacas, etc. Se han mencionado aumentos de hasta el 20% o el 30% en el
riesgo de ataques al corazón en personas sometidas a más de 65 decibelios en
periodo diurno.
·
Trastornos del sistema inmune
responsable de la respuesta a las infecciones y a los tumores.
·
Trastornos psicofísicos tales como
ansiedad, manía, depresión, irritabilidad, náuseas, jaquecas, y neurosis o
psicosis en personas predispuestas a ello.
·
Cambios conductuales, especialmente
comportamientos antisociales tales como hostilidad, intolerancia, agresividad,
aislamiento social y disminución de la tendencia natural hacia la ayuda mutua.
Grupos especialmente vulnerables
Ciertos grupos son especialmente
sensibles al ruido. Entre ellos se encuentran los niños, los ancianos, los
enfermos, las personas con dificultades auditivas o de visión y los fetos.
Estos grupos tienden, por razones de comodidad, a estar subrepresentados en las
muestras de las investigaciones en las que se basa la normativa sobre ruidos
por lo que muchas veces se minusvaloran sus necesidades de protección.
La habituación al ruido
Se han citado casos de soldados que han
podido dormir junto a una pieza de artillería que no cesaba de disparar o de
comunidades que, a pesar de la cercanía de un aeropuerto, logran conciliar el
sueño, aun cuando éste sea de poca calidad. Es cierto que a medio o largo plazo
el organismo se habitúa al ruido, empleando para ello dos mecanismos diferentes
por cada uno de los cuales se paga un precio distinto.
El primer mecanismo es la
disminución de la sensibilidad del oído y su precio, la sordera temporal o
permanente. Muchas de las personas a las que el ruido no molesta dirían, si lo
supiesen, que no oyen el ruido o que lo oyen menos que otros o menos que antes.
Naturalmente tampoco oyen otros sonidos que les son necesarios.
Mediante el segundo mecanismo,
son las capas corticales del cerebro las que se habitúan. Dicho de otra forma,
oímos el ruido pero no nos damos cuenta. Durante el sueño, las señales llegan a
nuestro sistema nervioso, no nos despiertan pero desencadenan consecuencias
fisiológicas de las que no somos conscientes: frecuencia cardiaca, flujo
sanguíneo o actividad eléctrica cerebral. Es el llamado síndrome de adaptación.
Otros efectos
Sociales y económicos
La combinación de todos los
factores anteriormente descritos ha convertido en inhóspitas muchas ciudades,
deteriorando en ellas fuertemente los niveles de comunicación y las pautas de
convivencia. En consecuencia, un número creciente de ciudadanos ha fijado su
residencia en lugares inicialmente más sosegados.
No es éste el lugar más apropiado
para analizar con detalle todas las distorsiones sociales y económicas que así
se están creando. Junto con las ciudades, se están abandonando estilos de vida
y de convivencia que han durado milenios, sin que existan por el momento
alternativas económica y psicológicamente aceptables
Según la DG de Medio Ambiente de la
Comisión de la UE, “en la actualidad [principios
de 2001] las pérdidas económicas anuales
en la Unión Europea inducidas por el ruido ambiental se sitúan entre los 13.000 y los 38.000 millones de
euros. A esas cifras contribuyen,
por ejemplo, la reducción del precio de
la vivienda, los costes sanitarios,
la reducción de las posibilidades de explotación del suelo y el coste de los días de abstención al trabajo”.
Ejemplos de efectos no incluidos en la estimación son la baja productividad laboral, la disminución
de los ingresos por turismo de ciertas ciudades históricas, los daños materiales producidos en
edificios por sonidos de baja frecuencia y vibraciones, etc.
Sobre la fauna salvaje
Este aspecto no ha sido explorado aún
suficientemente.
Los resultados de las investigaciones
disponibles apuntan a efectos negativos sobre la nidificación de las aves, los
sistemas de comunicación de los mamíferos marinos y otros peor definidos.
Es de temer que sólo estemos viendo el
pico del iceberg y que éstos no sean
sino unos pocos ejemplos de un efecto mucho más general y que puede estar
ocurriendo a gran escala: la contribución del ruido al desplazamiento de muchas
especies animales de sus hábitats y
rutas naturales, así como a la creación de impedimentos a sus costumbres de
reproducción y alimentación.
Resumen de Valores Críticos
A
partir de los valores indicados en la primera columna se empiezan a sentir,
dependiendo de la sensibilidad individual, los efectos señalados en la segunda.
A partir de este valor en decibelios |
Se empiezan a sentir estos efectos nocivos |
30
|
Dificultad en conciliar el sueño
Pérdida de calidad del sueño
|
40
|
Dificultad en la comunicación verbal
|
45
|
Probable interrupción del sueño
|
50
|
Malestar diurno moderado
|
55
|
Malestar diurno fuerte
|
65
|
Comunicación verbal extremadamente
difícil
|
75
|
Pérdida de oído a largo plazo
|
110 - 140[3]
|
Pérdida de oído a corto plazo
|
Referencias
1. Organización Mundial de
la Salud (OMS). “Guidelines
for Community Noise” (http://www.who.int/peh/noise/noiseindex.html). Ginebra, 1999.
(Traducción española de su Resumen Ejecutivo en http://www.cepis.ops-oms.org/bvsci/e/fulltext/ruido/ruido2)
2. Dr. Juan
Jiménez Cervantes, Incidencias del ruido en la salud. Trabajo presentado en las Jornadas contra el
Ruido organizadas por la Asociación de Vecinos de San Lorenzo – Universidad de
Murcia. Murcia, 1999.
3.
Dr. Alberto Fernández Ajuria, Escuela Andaluza de Salud Pública,
conferencia pronunciada en la I Jornada
contra el Ruido, Puerto Real, 26 de mayo de 2001.
4. Exposición de motivos de la Propuesta de directiva
del Parlamento Europeo y del Consejo sobre evaluación y gestión del ruido
ambiental presentada por la Comisión.
6. Pedro Miguel Lanas
Ugarteburu, Conocimiento,
evaluación y control del ruido, Asociación para la Prevención de
Accidentes. San Sebastián, 2000
7. Dr. André Looten,
Président de L'UECNA, Membre titulaire du Conseil National du Bruit (France), Le bruit des aéroports: Impact sur la santé
(http://ufcna.com/nuisances05.html).
(Exposé pour les journées techniques sur les aéroports internationaux et la
politique des transports), Madrid, 1994
8. Organisation for Economic Cooperation and Development (OECD), The state of the environment. Paris, 1991 (Dobris report).
9. European
Environment Agency. Informe 2001 sobre
indicadores ambientales (Noise_TERM_2001)
Dr. Fernando Pimentel
de Souza. Laboratório de Psicofisiologia, ICB-UFMG, Belo
Horizonte, Brasil. Efeito do ruÍdo no
homem dormindo e acordado (http://www.icb.ufmg.br/lpf/pimentel,sobrac2000.html
[1] Catalán, soroll, renou.
Eusquera, zarata. Gallego, ruido. Alemán, Lärm, Geräusch. Francés,
bruit. Inglés, noise. Italiano, rumore. Portugués, ruído,
barulho.
[2] Traducimos por “malestar” el término inglés “annoyance” por
considerar que se aproxima más a su significado que el de “molestia” que es el
empleado habitualmente.
[3] Para sonidos impulsivos. Valores dependientes de la duración del
sonido y del número de exposiciones al mismo.
Precisamente en l'Eliana oimos últimamente más el paso de los aviones. Parece que han cambiado las rutas
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